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Evelio Sánchez-Largo: “La represión franquista fue criminal”
Entrevista a este líder obrero, aficando en Guadalajara, para que nos relate su experiencia. Durante la dictadura fue detenido 22 veces y llegó a ser torturado por «Billy el Niño».

Una imagen  histórica de Evelio Sánchez-Largo.

Una imagen histórica de Evelio Sánchez-Largo.

Está en la ochentena. Sin embargo, rebosa vitalidad. Es testimonio directo de la historia reciente de España. Llegó a conocer a Marcelino Camacho, con quien fundó la Comisión Obrera del Metal de Madrid, una de las primeras del país. Evelio Sánchez-Largo mantuvo con él contactos sindicales y políticos, debido a su doble militancia en el PCE y en CC.OO. De hecho, su compromiso le llevó a estar 22 veces detenido durante la dictadura. Incluso, fue torturado por «Billy el Niño», uno de los peores componentes de la policía franquista. Dclm.es ha querido hablar con Sánchez-Largo para que nos relate su experiencia. Todo un lujo.

Evelio, ¿por qué decidió tomar la militancia comunista?

Mi vida, desde niño, ha sido muy agitada como consecuencia de mis circunstancias familiares. Mi padre estuvo en la cárcel, por lo que mi madre y yo tuvimos que sufrir penurias para salir adelante. Por tanto, cuando tuve uso de razón fui consciente de que el régimen franquista nos estaba perjudicando muy seriamente.

Así, cuando comencé a trabajar observé la explotación que existía hacia los asalariados. Ante esto, decidí integrarme en el Partido Comunista, que era la única organización que existía para defender los intereses de la clase proletaria. Me afilié con el fin de mejorar la situación general de los obreros, entre los que yo me encontraba…

¿Cuándo comenzó su implicación política?

Tomé la militancia en la clandestinidad, en 1960, durante la dictadura de Franco. En ese momento yo estaba trabajando en la metalurgia, en la empresa Barreiros, domiciliada en Madrid. Allí estuve durante seis años, destacando en la defensa de los compañeros. Como consecuencia, decidieron despedirme porque –según Eduardo Barreiro, dueño de la compañía– yo era una persona incómoda, un agitador que perjudicaba sus intereses…

Durante este periodo, y hasta la muerte de Franco, ¿cómo fue su pelea en contra de la dictadura?

Seguí participando en las luchas obreras. De hecho, me incluyeron en una lista negra que diseñó el franquismo para que no nos dieran trabajo a los que éramos de izquierda. Por tanto, allí donde solicitábamos ocupación, nos rechazaban. Y así sucesivamente hasta 1975… A pesar de esta situación, no dejé de participar en diferentes manifestaciones. Llegamos a organizar el movimiento obrero a todos los niveles. Queríamos defender nuestros derechos.

¿Qué recuerdos mantiene de la creación de CCOO?

Junto a otros compañeros, como Marcelino Camacho o Julián Ariza, formé parte de una Comisión en Madrid. Y ante el desarrollo que estaba teniendo el movimiento obrero en España, decidimos legalizarla. Firmamos un documento y lo presentamos en el Registro. A las pocas horas, y como resultado de esta acción, todos los signatarios fuimos detenidos.

Éramos conscientes de que aquello podía pasar, pero queríamos que la lucha de los trabajadores se regularizara para, de esta forma, poder luchar contra el sistema y –también– contra el sindicato vertical, que era opresor y no favorecía los intereses de los asalariados. Por tanto, teníamos que crear una organización de clase para defender nuestros intereses.

Y esta Comisión, ¿tuvo buena acogida entre los trabajadores?

Fue apoteósica, porque el movimiento obrero ya existía. Lo que necesitaba era una entidad que estructurara y canalizara las demandas que se venían produciendo. Es cierto que existía el sindicato vertical, pero no nos representaba. Por tanto, cuando apareció esta Comisión, tuvo muy buena acogida.

Ha comentado que sufrió varias veces la represión franquista. ¿Llegó a pasar por la Dirección General de Seguridad de la dictadura?

Estuve detenido 22 veces. En algunos casos me soltaban a las pocas horas. Pero, en otros, permanecí apresado mucho más tiempo. Incluso, en dos ocasiones estuve 19 días incomunicado, torturado y maltratado, como la mayoría de la gente que pasaba por allí…

Además, fui procesado por propaganda ilegal. Me pedían seis meses de prisión, pero no entré en la cárcel porque era la primera vez que me encausaban. Sin embargo, el resto de las ocasiones sufrí reclusiones preventivas en Carabanchel, junto a Marcelino Camacho, Julián Ariza, Peinado… Es decir, con todos los dirigentes del movimiento obrero de la época.

¿Cómo calificaría usted la persecución franquista?

Se trataba de una represión criminal. Había un grupo de matones, encabezados por Saturnino Yagüe, director general de Seguridad, que solamente querían obtener los datos necesarios para desarticular el movimiento obrero. Y para conseguirlos, utilizaban la violencia.

Personalmente, tuve que aguantar torturas, pero no delaté a ningún compañero. Como consecuencia, sufrí mucha coacción. No obstante, me queda la satisfacción de que, al menos, nadie fue a la cárcel por mi culpa. Pero en manos de aquellos torturadores murieron muchas personas, debido a la crueldad de la que fueron víctimas…

Uno de estos represores fue Antonio González Pacheco, conocido como «Billy El Niño». ¿Usted lo llegó a conocer?

Desgraciadamente, sí. Se trataba del niño bonito de la Dirección General de Seguridad. Recuerdo que mientras me agredían los miembros de su destacamento, siempre aparecía él. Y lo hacía bajo el prisma del salvador. Pretendía que yo confiara en su persona y le diera los datos que deseaba. Pero como no era así, terminaba empleando la violencia conmigo. Este personaje era siniestro. Su grupo me torturó durante 19 días seguidos…

En su entorno más próximo, ¿cómo vivieron sus detenciones y persecuciones?

Con muchas dificultades, porque la única persona de izquierdas de mi familia era yo. Y no entendían mi dedicación a la política, sobre todo conociendo las consecuencias a las que me podía enfrentar. Consideraban que muchas veces les abandonaba por mi entrega política y sindical. Pero yo intentaba convencerles de que todo aquello lo hacía también por ellos y por el resto de trabajadores. Al final mi mujer lo entendió. Sufrió mucho por las visitas de la policía a mi casa de madrugada, por los cacheos…

Su compromiso, ¿de dónde le viene? ¿De su familia?

Mi padre no era un hombre político. Acabó en la cárcel por una denuncia en su contra interpuesta por una vecina. La demanda decía que había sido el abanderado de la República cuando este sistema era legal. Y como en la dictadura valía cualquier cosa, le llevaron a prisión.

De esta forma, cuando comencé mi actividad sindical tuve la oposición de mis progenitores. Me mostraban los riesgos que conllevaba esta decisión. Sobre todo, durante el franquismo. Ante esto, yo les respondía: «sé dónde estoy y sé lo que quiero. Por tanto, voy a ir a por ello».

Era consciente del peligro que corría. Me podían despedir del trabajo, detenerme, torturarme e, incluso, matarme… Pero era algo que tenía muy claro. Si no lo realizábamos nosotros, ¿quién lo iba a hacer? Antes se habían comprometido más personas. Y, después, lo harían otras. Mis padres no lo entendieron, pero seguí adelante.

¿Usted cree que el sistema parlamentario actual debería hacer más esfuerzos para recordar lo que supuso la dictadura y su represión?

¡Por supuesto! Hay muchas cosas que se podrían mejorar. No luché lo que luché ni arriesgué lo que arriesgué para conseguir la democracia que tenemos actualmente. Me impliqué para alcanzar algo más, porque –en definitiva– los trabajadores siguen estando explotados. No se ha logrado todo lo que se pretendía cuando yo me incorporé a la lucha obrera.

En cualquier caso, soy consciente de que ha habido dificultades. Durante la clandestinidad decía lo mismo. Y todavía hoy lo mantengo: «es muy complicado conseguir la democracia, pero es más difícil mantenerla». Tenemos al enemigo enfrente, que guerrea mucho, al igual que nosotros. Unos por una causa y, los otros, por otra…

Por Julito Martínez

Fuente: https://www.dclm.es/noticias/143271/evelio-sanchez-largo-la-represion-franquista-fue-criminal

Entrevista al historiador Francisco Espinosa Maestre

Por Enric Llopis | 19/06/2019 |

Fuentes: Rebelión

«Al contrario que en el caso de los republicanos, para los golpistas la represión constituyó la base de su acción desde el mismo 17 de julio; conscientes de que eran minoría decidieron imponerse por el terror mediante un calculado plan de exterminio efectuado pueblo a pueblo y ciudad a ciudad, que se extendió durante nueve […]

«Al contrario que en el caso de los republicanos, para los golpistas la represión constituyó la base de su acción desde el mismo 17 de julio; conscientes de que eran minoría decidieron imponerse por el terror mediante un calculado plan de exterminio efectuado pueblo a pueblo y ciudad a ciudad, que se extendió durante nueve años (1939-1945)», escribió hace más de una década el historiador Francisco Espinosa Maestre (Villafranca de los Barros, Badajoz, 1954). Se define como un historiador crítico, que tiene entre sus referentes a Josep Fontana, E.P. Thompson y los franceses de la Escuela historiográfica de los Annales. Francisco Espinosa es autor de La justicia de Queipo: violencia selectiva y terror fascista en la II División en 1936 (2000); La primavera del Frente Popular. Los campesinos de Badajoz y el origen de la guerra civil (2007) y Lucha de historias, lucha de memorias. España, 2002-2015 (2015), entre otros libros.

En el informe sobre la represión franquista que redactó en 2008, el historiador distinguía tres etapas: la primera (17 de julio de 1936-febrero de 1937), caracterizada como de «represión salvaje» con los llamados «bandos de guerra»; la segunda fase, entre marzo de 1937 y los primeros meses de 1945, fue la de los «consejos de guerra sumarísimos de urgencia» (tal vez se pueda percibir una disminución en el ritmo de la represión a partir de 1943, matiza Espinosa Maestre); y, en tercer lugar, la «gran oleada represiva» de finales de los años 40 y los años 50, en la que fueron eliminados decenas de guerrilleros y sus bases de apoyo. La entrevista a Francisco Espinosa tiene lugar antes de que imparta una conferencia en el Centre Cultural La Nau de la Universitat de València.

-La conferencia en el Fórum de Debats de la Universitat de València aborda la represión como «gran secreto» del franquismo. ¿Por qué la consideras un «secreto» y una «cuestión pendiente»?

Porque todavía seguimos sin saber la dimensión real que tuvo. Hay una documentación oculta que a estas alturas no se ha permitido que veamos. Así, en los archivos militares hay miles de documentos que están cerrados a la investigación; la documentación eclesiástica es otro fondo al que tampoco hemos podido acceder, al igual que parte de la documentación judicial o de la guardia civil y la policía.

-¿Qué recomendarías, además de paciencia, a los jóvenes investigadores?

Espero que en algún momento, que no sé cuándo será, se tome la decisión de abrir esos archivos. Pero será otra generación la que los estudie, y no -por razones de edad- quienes empezamos a finales de los 70 y principios de los 80. A ellos les tocará afrontar ese reto, cuando se tenga acceso a los archivos y los documentos; los que hayan quedado después de la quema y la destrucción que hayan llevado a cabo, que es algo que también han hecho, y es posible que aún se destruyan más.

-Pero la investigación avanza. Un reciente libro del periodista Carlos Hernández de Miguel, Los campos de concentración de Franco. Sometimiento, torturas y muerte tras las alambradas (Ediciones B, 2019) documenta la existencia de 296 campos de concentración franquistas…

Parece ser que la primera investigación realizada, la del historiador Javier Rodrigo, fue incompleta. El libro que mencionas ha ampliado los campos en un tercio, ya que se conocía la existencia de aproximadamente 200 (En el artículo «Internamiento y trabajo forzoso: los campos de concentración de Franco», publicado en 2006 en la revista Hispania Nova, Javier Rodrigo apunta que en España hubo «más de 180 campos -104 de ellos estables- donde a los prisioneros de guerra se les internaba, reeducaba, torturaba, aniquilaba ideológicamente y preparaba para formar parte de la enorme legión de esclavos que construyeron y reconstruyeron infraestructuras estatales, como parte del castigo que debían pagar a la ‘verdadera’ España». Nota del entrevistador).

-En el libro Violencia roja y azul: España, 1936-1950 (Crítica, 2010), del que fuiste coordinador, cifras en al menos 130.199 las víctimas de la represión franquista, pero en alguna ocasión has alertado de la «obsesión por las cifras» («el franquismo siempre tuvo claro que el debate sobre la represión nunca debía salir del ámbito numérico», afirmas). ¿Por qué razón?

Entrar en una batalla cifras son ganas de perder el tiempo, se entra en un marasmo. Creo que es una discusión que no tiene sentido alguno. Lo único que nos sirve en la investigación y la reflexión es trabajar con nombres y apellidos; es esto lo que soporta todo aquello que podamos afirmar. Por ejemplo, en la ciudad de Badajoz sí podemos decir que fueron 1.400 las víctimas, pero habría que añadir que se trata de una documentación incompleta, que procede en general de los registros civiles y en estos no estaba inscrita ni la mitad de las personas que tendrían que figurar; estamos, por tanto, a la espera de tener acceso a los archivos militares que nos permitan contar con más información.

-Entre 2005 y 2010, fuiste coordinador científico del proyecto Todos los Nombres, iniciativa que promueven la CGT de Andalucía y la asociación Nuestra Memoria (Actualmente hay registradas 98.760 personas, 826 microbiografías y 1.436 documentos).

Hicimos en este caso una base de datos, de los represaliados por el franquismo en Andalucía, Extremadura y el norte de África. Introduje las investigaciones que había realizado sobre Badajoz y Huelva, después fueron añadiéndose otras muchas de gente que había hecho investigaciones locales y provinciales.

-En 2003 publicaste La columna de la muerte. El avance del ejército franquista de Sevilla a Badajoz. Llevas años investigando y escribiendo sin ejercer como docente en la universidad y, por otra parte, al margen de las grandes tribunas mediáticas. ¿Con qué problemas te has encontrado?

Te ves obligado a llevar otra ruta. Y no sólo respecto a los contenidos. Hay temas sobre los que la universidad no ha querido investigar hasta muy tarde. Cuando terminé la carrera, quise hacer la tesina e investigar sobre el golpe militar y la represión en Sevilla. En la universidad me dijeron que no había perspectiva suficiente, que tenía que pasar todavía más tiempo. Era en torno al año 80. No había vías abiertas para hacer estudios de estas características y, por tanto, tenías que hacerlos fuera. Incluso si se hacían estos trabajos tardíamente -en los años 90- también había unos límites. El cambio empezó, parcialmente, en los años 90 del siglo pasado. Pero ocurrió que todo se mezcló después con la oleada «revisionista», dentro de la universidad también ha habido investigadores que han seguido la ruta del «revisionismo».

-En el artículo «La memoria de la represión y la lucha por su reconocimiento» (revista Hispania Nova, 2006), escribiste: «La primera gran división que se produce tras el golpe militar del 18 de julio es la que separa a la España donde triunfa la sublevación de la España donde fracasa. Dicho de otra forma: en media España no hubo guerra civil alguna sino sólo golpe militar y represión». ¿Destacarías algún ejemplo de represión especialmente silenciado?

Yo creo que en todas las provincias, por ejemplo en las que yo he estudiado -Huelva, Badajoz o Sevilla-, hay episodios locales, provinciales y nacionales que llamarían la atención; pequeñas historias que pueden sacarse pueblo a pueblo, ciudad a ciudad, y que darían un buen campo para la difusión. Encontramos muchos casos en Huelva, en Cádiz también hay algunos ejemplos muy interesantes y en Sevilla ni te cuento…

-Por otra parte, ¿a qué obedece tu polémica con el catedrático de Historia Social y del Pensamiento Político, Santos Juliá, colaborador del diario El País desde 1980? ¿Y con otros escritores?

Lo que hubo, en el caso de Santos Juliá, creo que fue simplemente soberbia por su parte. Mi escrito fue una crítica ante la actitud despreciativa que tenía respecto a las investigaciones de la represión. Como él tenía púlpitos y su opinión se difundía ampliamente, creí conveniente responderle. Y marcarlo también a él como una persona contradictoria. Esto no le debió gustar nada, a pesar de que lo único que utilicé fueron datos objetivos. La respuesta fue la de una persona prepotente; no respondió a las cuestiones que se plantearon (las críticas de Francisco Espinosa Maestre están expuestas en el artículo «De saturaciones y olvidos. Reflexiones en torno a un pasado que no puede pasar», publicado en 2007 en la revista Hispania Nova. Nota del entrevistador). En cuanto a los escritores Javier Cercas, Andrés Trapiello y Antonio Muñoz Molina, se trata simplemente de que uno está ya cansado de que, dada la trascendencia que tienen por lo mediáticos que son y el apoyo que reciben de grupos potentes como PRISA, vayan de historiadores. Y uno se harta. No se conforman con ser novelistas. En el caso de Cercas, la cuestión viene de una novela que hizo –El monarca de las sombras (2017)– y en la que quería «salvar» a su tío abuelo, que era un fascista cualquiera.

-Fuiste autor, en 2008, del «informe sobre la represión», unido a la causa abierta por el juez Garzón sobre los crímenes del franquismo. Hay historiadores que, por el contrario, consideran que la llamada «memoria histórica» implica una politización de la historia y, además, enlodarla en polémicas poco rigurosas. ¿Estás de acuerdo?

Es la actitud que ha tenido la academia y la universidad ante el reto que les supuso el boom de la memoria. Algunos lo han dicho claramente: la memoria fue una losa que se les vino encima; de hecho, les obligaba a salirse de su «sitio», de la fortaleza que son las universidades, para tener que entrar en el ámbito público. Y entrar, además, en un terreno que a la mayoría no les apetecía. El caso es que, para cualquiera que sepa un poco de Historia, la memoria es un recurso más de la Historia. Hay terrenos en los que la historia no entra -porque no existe documentación de todo- y sin embargo los testimonios orales resultan muy válidos e interesantes. Sin ellos, no tendríamos la información. Así ocurre en todo lo referente a prisiones, torturas o violaciones, hechos que sucedieron en aquella época de manera frecuente y no los encuentras reflejado en los documentos.

-¿Son compatibles el rigor científico y el compromiso del historiador a la hora de investigar?

Me parece simplemente que la historia debe ser rigurosa y objetiva, pero no imparcial. Todos tenemos ideología.

-Se habla de la excepcionalidad española en cuanto a la pervivencia de la dictadura y sus consecuencias; ¿se idealiza, en ese caso, la ruptura de Italia y Alemania -después de 1945- con el fascismo y el nazismo?

La singularidad de España viene ya marcada por el modelo de Transición, por una dictadura que duró 40 años y porque tenemos una derecha que no ha roto y continúa unida ideológicamente al franquismo; por otro lado, tenemos un centro izquierda, que sería el PSOE, que no va más allá de 1978. Ninguno de los dos partidos tiene interés en reivindicar la II República o los valores que quedan de lo que representó la República.

-Una de las polémicas (políticas) recientes es la decisión del gobierno del PSOE de exhumar, del Valle de los Caídos, los restos del dictador. ¿Eres partidario de esta medida? ¿Y respecto a las 34.000 personas allí enterradas?

Creo que los restos de Franco habría que sacarlos, no deberían estar en el Valle de los Caídos. Y en cuanto a los restos de todos los demás, sacarlos también del «mamotreto» aquel y darles una sepultura digna, como a cualquier otra persona. Respecto al Valle de los Caídos, es tal el dinero que cuesta mantenerlo anualmente -y con las temperaturas que hay en aquel roquedal- que lo más lógico me parece abandonarlo a su suerte. ¿Convertirlo en un lugar para la memoria de las víctimas? No le veo sentido alguno a esa propuesta, creo que no podrá ser nunca un «lugar de memoria» de nada. Aquello es, por lo visto, un caos total, los huesos están fuera y las cajas rotas, la gente que lo ha visto pinta un panorama terrible… Por tanto, los restos que se puedan sacar e identificar, que se identifiquen, y los que se puedan entregar a los familiares, que se proceda; y al resto, que se les pueda dar una sepultura digna en algún otro sitio.

-Algunos investigadores apuntan que 20.000 presos políticos participaron en las obras de construcción del Valle. ¿Cómo has observado el litigio respecto a la exhumación del dictador?

El hecho de que sea la familia de Franco la que esté provocando el retraso en la resolución, adoptada por el Congreso de los Diputados, de sacar a Franco del Valle de Cuelgamuros ya me parece una anomalía total. Que además el Tribunal Supremo suspenda la exhumación porque pudiera haber consecuencias para los recurrentes y para el interés público, creo que es una cosa rara e impropia de un país democrático.

-Por último, el auto del Tribunal Supremo que decidió la suspensión cautelar de la exhumación consideró a Franco jefe del Estado desde octubre de 1936, cuando esa fecha ejercía Manuel Azaña como presidente de la República. ¿Se trata de un error?

Me parece simplemente que los jueces que han escrito ese auto son de ideología franquista. Ellos y mucha gente más, que se sienten dentro de la onda franquista, consideran que Franco era el jefe de Estado el 1 de octubre de 1936.

Un hombre puño en alto en un homenaje a víctimas del franquismo, en Madrid en julio de 2022.
Un hombre puño en alto en un homenaje a víctimas del franquismo, en Madrid en julio de 2022. Europa Presss

Ángel Munárriz

30 de octubre de 2022 19:34h

@angel_munarriz

“¿Que si las víctimas del franquismo son víctimas con todas las consecuencias, equivalentes a las de ETA?”. Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), no reprime una risa sarcástica ante la pregunta. “Haz tú mismo este ejercicio –sugiere al periodista–: coge la Ley de Reconocimiento y Protección Integral de Víctimas del Terrorismo y la Ley de Memoria Democrática y compara. Donde pone ‘víctima del terrorismo’, pon ‘víctima del franquismo’. No tiene nada que ver”.

Vamos allá. Las víctimas del franquismo son “una referencia ética” para la democracia, con derecho a una “protección integral” mediante “ayudas, prestaciones y honores” que son “exigibles” ante el Estado en un proceso “rápido”. Las víctimas del franquismo tienen además “derecho” a beneficiarse de medidas para “resarcir” su sufrimiento mediante “indemnizaciones y ayudas” con “aplicación retroactiva”. En caso de “necesidad personal”, Interior podrá dar “ayudas extraordinarias”. Las víctimas del franquismo disponen de un plan de empleo propio. Justicia establecerá una Oficina de Información y Asistencia a las Víctimas del Franquismo en la Audiencia Nacional para asesorarlas en sus procesos judiciales.

Así quedaría. Pero esa ley no existe. Todo lo que está en cursiva debe sustituirse por “víctimas del terrorismo”. La doble vara de medir no existe sólo según la interpretación de Silva. Viene expresamente recogida en los dos informes sobre trato a las víctimas en España firmados por Naciones Unidas en 2014 [ver aquí y aquí]. Hay “distintas categorías de víctimas”, dice un informe. El otro señala: “Muchas organizaciones y víctimas han expresado que se siguen sintiendo como ‘víctimas de segunda categoría'”.

¿Ha desaparecido la sensación de ser “víctimas de segunda”? Con motivo del primer “día de recuerdo y homenaje a las víctimas”, establecido por la nueva ley para el 31 de octubre –este lunes–, infoLibre ha recabado respuestas en el movimiento memorialista. El resultado es claro: en absoluto ha desaparecido. Este periódico solicitó este viernes al Ministerio de Presidencia una entrevista con el secretario de Memoria Democrática, Fernando Martínez, sin éxito.

“Demasiadas sombras”

El Encuentro de Colectivos de Memoria Histórica, que aglutina a más de cien colectivos, mantiene en portada de su web un comunicado que dice: “La nueva ley de memoria no garantiza la justicia a las víctimas de la dictadura”. ¿Qué ocurre? ¿Cómo una ley que pretende por segunda vez dar satisfacción a las demandas de las asociaciones de víctimas deja este sabor amargo? Bueno, quizás sería más exacto decir sabor agridulce. Porque algunos avances sí son reconocidos en el ámbito memorialista. Paqui Maqueda, activista de Nuestra Memoria, en Sevilla, cita ejemplos: el sistema educativo incluirá entre sus fines la enseñanza de la “represión”; habrá una “comisión de trabajo sobre la memoria y la reconciliación con el pueblo gitano”; también un “reconocimiento del sufrimiento padecido por las personas” con la polio… Son cosas que, afirma, a los ajenos a la lucha que hay detrás les pueden parecer poco, pero ella les da valor, como a la retirada de calles y monumentos franquistas, “aunque no al ritmo que nos gustaría”.

Ahora bien, sobre la nueva ley ve cómo se ciernen “demasiadas sombras”. Y sobre las sombras también cita ejemplos. Algunos son muy concretos: la Iglesia ni aparece. Otras críticas forman parte de su sospecha de que la ley puede quedarse en más ruido que nueces. “No queremos una ley bonita que luego no se desarrolle. Y, cuando llegue el PP, que la pueda parar”, señala. Tiene dudas sobre qué alcance tendrá la “ilegalidad e ilegitimidad” de los tribunales franquistas. Lo mismo sobre el “derecho al resarcimiento de los bienes incautados y las sanciones económicas”, que afecta –explica Maqueda– a lo que aún llama “mi casa”, que le quitaron en Carmona a su bisabuelo, una de las víctimas de una familia que incluye muertos en combate, esclavos, asesinados… No es la de Maqueda una sospecha infundada: la propia ley (artículo 5.4) establece expresamente que el Estado no asumirá ninguna responsabilidad económica.

Maqueda extiende sus dudas al alcance que tendrá la Fiscalía de Derechos Humanos y Memoria Democrática. Se pregunta –y se contesta que no– si va a “aglutinar e investigar las querellas interpuestas en Argentina”. Y dice: “Allí, en Argentina, fue donde tuve por primera vez conciencia de estar reconocida como víctima. Declaré en un juzgado, frente a un auxiliar judicial. Eso nunca lo hemos tenido aquí y seguimos sin tenerlo”. Sin derogación de la Ley de Amnistía, ve más que difícil conseguirlo.

La cantautora sevillana Lucía Sócam, familiar de represaliados y cuyas letras suelen abordar la guerra, la dictadura y la lucha antifascista, deja clara su premisa: “Los pasos que se han dado han sido gracias a las familias y las asociaciones. El Estado ha ido a remolque”. No niega –nadie lo hace– que la ley avanza, pero afirma –todos coinciden– que se queda corta en aspectos esenciales. “Es una ley para no molestar, que ni habla de verdugos, ni de las empresas que hicieron ricas a costa de los esclavos, ni de la Iglesia”. Su abuelo, dice, “sigue siendo un delincuente legalmente en este país”. Y su tía-abuela, una de las “17 rosas de Guillena”, consta aún como desaparecida, cuando ha sido exhumada y descansa en un panteón identificada “con nombre y apellidos” en un informe forense. ¿Le dará la vuelta a esta situación la nueva ley? A estas alturas, tiene que ver para creer.

“Siguen sin ser víctimas”

Le preguntamos a Xulio García, miembro de la dirección de la Federación Estatal de Foros por la Memoria: ¿Por qué si la ley pretendía dar satisfacción a los herederos de las víctimas hay tan poca satisfacción?. En primer lugar, hace una precisión: las leyes de 2007 y 2022 han servido también para hacer “de cortafuegos” de los planteamientos más ambiciosos del movimiento memorialista. “El resultado, y me duele decirlo, es que el modelo español de impunidad queda renovado”.

Las víctimas siguen sin ser víctimas. Es decir, nominalmente sí, pero legalmente no, porque la víctima tiene derecho a la reparación automáticamente. Ocurre así con las víctimas de ETA o de la violencia machista, pero no con las del franquismo”, afirma García, que cree que la anulación de la “aberración jurídica” de las sentencias franquistas carece de implicaciones reales por la falta de responsabilidad expresa del Estado y los particulares. De lo contrario, desplegaría “consecuencias inmediatas”. García tampoco niega mejoras, entre ellas la creación de un banco de ADN, la nueva fiscalía, las sanciones, la mayor apertura de archivos… Pero, también al igual que Maqueda, recela de la posible lentitud en la aplicación y del obstruccionismo de aquello que dependa de las comunidades sin sintonía con la norma.

Le preocupa particularmente en qué se traducirá el artículo 16.1: “Corresponderá a la Administración General del Estado la búsqueda de personas desaparecidas […], sin perjuicio de las competencias de otras administraciones”. En opinión de García, a partir de ese “sin perjuicio”, se abre la posibilidad que todo siga como hasta ahora, con el modelo de exhumaciones por subvención. García cree que la nueva redacción va a “perpetuar el modelo privatizado”Paqui Maqueda explica: “Nos hemos visto comprando pico y pala, contratando arqueólogos y convertidos en gestores de dinero público, teniendo en muchos casos que poner las familias sus propios recursos”.

“No molestar”

Así que pese a los avances, señala García, sigue vigente la campaña de Encuentro por la Memoria “por una ley que ponga fin a la impunidad del franquismo”. Pero, cuando se habla de “fin a la impunidad” o de “justicia para las víctimas”, ¿a qué nos referimos? ¿A juicios con acusados en el banquillo? García señala que, como es obvio, la mayoría de delitos serían a estas alturas imposibles de juzgar, pero sí cree que debería derogarse la Ley de Amnistía para desarrollar investigaciones judiciales. Y si hay responsables vivos, juzgarlos. Coincide Emilio Silva (ARMH): “Hay que investigar aunque esté muerto el autor. Y si hay responsables vivos, pues claro que juzgarlos. ¿Por qué van a ser diferentes los crímenes del franquismo?”.

Silva cree que el trato a las víctimas durante la democracia parte de una premisa que se mantiene: “No molestar a las élites, a los verdugos ni a sus herederos”. A su juicio, el consenso político de la transición se basaba en “esperar a que las víctimas se fueran muriendo, sin hablar ni ser ser atendidas”. Y así ocurrió hasta que hubo “un accidente inesperado”, y es que resultó que hubo “nietos” que en los 90 armaron un movimiento exigente, como resultado del cual la política “tuvo que moverse”. Pero lo ha hecho “sin contar la historia de los verdugos, ni tocar a la Iglesia, ni tampoco a las empresas que se lucraron con el trabajo esclavo“. “En Argentina ha habido condenas a civiles, militares y religiosos. Aquí, nada de eso”, afirma. Y añade: “La política española ha aprendido un truco: hacer unos preámbulos maravillosos que se diluyen en el articulado. La nueva ley es una fotocopia en color de la transición”.

Exhumaciones, indemnizaciones, callejero…

Repasemos con Silva algunos temas concretos. ¿Exhumaciones? “España acaba de mandar 39 forenses a Ucrania a investigar crímenes de guerra. Aquí seguimos esperando que los manden a las fosas del país que les paga el sueldo”. A la espera de ver en qué modelo de exhumaciones se concreta la nueva ley, cree si de verdad hubiera “voluntad política” se crearía “una institución” que garantizara la exhumaciones como un “derecho” ¿Responsabilidad económica? “El Estado no va a asumir ninguna indemnización para quienes sufrieron multas e incautaciones, pero la ley mete en una disposición adicional [la 19] una nueva compensación a los partidos. No sé cómo se han atrevido”. ¿Retirada de calles franquistas? “Sigue faltando un listado de calles que no pueden existir. Lo demás abre la puerta a recursos que obligan a decidir qué cantidad de franquismo es necesario para no poder tener una calle en este país”.

Silva tampoco comparte las conmemoraciones incluidas en la ley: el 31 de octubre, fecha de aprobación en las Cortes de la Constitución (1978) y la primera ley de memoria (2007), pasa a ser “día de recuerdo y homenaje a todas las víctimas del golpe militar, la guerra y la dictadura”. “¿Cómo que ‘todas las víctimas’. ¿Es lo mismo atacar una democracia que defenderla? ¿Tengo yo que homenajear a mi abuelo el mismo día que a Primo de Rivera”?, protesta Silva. En cuanto al 8 de mayo, fecha de derrota del fascismo y el nazismo en 1945, pasa a ser el “día de recuerdo y homenaje a las víctimas del exilio”. “¿Qué le aportó a los exiliados españoles aquella victoria en cuanto que exiliados, si aún quedaban más de treinta años de dictadura en su país?”, se pregunta Silva.

¿Y en cuanto a la justicia para las víctimas? Aquí Silva es más duro. “Hay un apartheid de víctimas. Unas que interesan al Estado y otras que no. La discriminación es clara. Dice Pedro Sánchez [en una reciente visita a una fosa en Valladolid] que el Gobierno ‘cumple su compromiso con la justicia y la reparación’. Que explique cómo. Se dice que la ley incorpora los tratados internacionales [artículo 2.2], pero eso ya está en el 96 de la Constitución”. Silva que remite a un reciente artículo sobre la nueva ley del jurista Carlos Castresana en infoLibre, con afirmaciones como estas: las recomendaciones de la ONU “se han seguido muy limitadamente”; la ley representa un “avance”, pero “sigue siendo insuficiente” por falta de “mecanismos efectivos de rendición de cuentas”; la norma no contempla “el acceso a la verdad como un derecho fundamental” ni “el derecho a la justicia en términos que se aproximen a los estándares internacionales”. “El ejemplo más claro de lo que es la ley –afirma Silva– lo tienes en Queipo de Llano, cuyos crímenes de guerra no se investigan, porque parece que todo el problema es que esté en La Macarena. Es triste, pero el gran castigo a los franquistas es la pérdida de unos títulos nobiliarios“.

Falta de pedagogía antifascista

No todo lo que afecta a las víctimas del franquismo y sus herederos está en el BOE. Su dignificación también exige un respeto social. ¿Se ha logrado? La mayoría de respuestas son ambivalentes. La cantautora Lucía Sócam ve “dos polos”, uno mayoritario, “respetuoso” o incluso que ha “tomado conciencia” a raíz de la apertura del debate, y otro “neofascista” que se ha ido envalentonado. Paqui Maqueda ve el vaso por la mitad: “La mayoría entiende tu dolor, pero sigue siendo posible alabar a Queipo sin ninguna consecuencia”, como acaba de hacer el diputado de Vox Francisco José Contreras. A su juicio, en España ha faltado “pedagogía de la memoria”, un mal de todo el periodo democrático.

Coincide Enrique Díez, profesor de Educación de la Universidad de León, que en su ensayo La asignatura pendiente (Plaza y Valdés, 2020) ha constatado los déficits educativos sobre la guerra, la represión y la dictadura. En su investigación, basada en entrevistas a 610 profesores y en el análisis de libros de ESO y Bachillerato de 15 editoriales, Díez encuentra “cinco temas tabú”: 1) La incautación de bienes. 2) El papel de la Iglesia. 3) Los responsables y partícipes directos de la represión, con nombres y apellidos. 4) El hecho de que una parte de la sociedad civil se implicó en la represión. 5) La falta de reconocimiento y reparación a las víctimas y a los luchadores antifranquistas. No es la única investigación sobre el tema. El artículo ¿Historia olvidada o historia no enseñada? (2019), obra de seis investigadores, acreditaba que sólo un 26,6% de los alumnos de ESO era capaz de definir qué era una dictadura. Tiene interés situar estas conclusiones junto a otros datos de 2018: casi la mitad (un 45%) de los estudiantes de 4º de ESO y Bachillerato del instituto de Salamanca en que se centró otra investigación académica veían innecesario reparar a las víctimas.

Díez, que para paliar estos déficits ha publicado Pedagogía antifascista (Octatedro, 2022), advierte contra la tendencia a volcar sobre la educación la responsabilidad de todos los problemas sociales y recuerda el viejo dicho: “Para educar a un solo niño se necesita a toda la tribu”. No obstante, se pregunta “qué hemos hecho en cuarenta años” para haber creado lo que a su juicio es una generalizada falta de empatía. Por un lado, señala a la parte curricular. “Los chavales siguen aprendiendo más del nazismo que del franquismo, donde se llega tarde y mal si se llega”, afirma, escéptico con los cambios que se puedan establecer a raíz de las nuevas leyes educativa y de memoria. Por otro, señala Díez, hay otro problema más profundo. “La escuela se ha despolitizado. Una de sus funciones, la de transformación, ha retrocedido frente a la educación para el mercado y la competición, a la que se suman multitud de referentes neoliberales e individualistas en televisión y redes sociales”. “Ahora mismo, escucho a adolescentes que ven lo rebelde y lo desafiante ser de Vox y meterse con las ‘feminazis'”, lamenta.

FMGU 1/12/2021.- El día 9 de julio de 1939, Juan Eraso Echevarría, un joven estudiante iruñés de 24 años, militante del PCE, fue asesinado en el patio de la Prisión junto a otros cuatro camaradas:
Francisco Puntas Suárez, joven auxiliar de farmacia,, natural de Córdoba y que había sido teniente del Ejército Republicano de 30 años;
Juan Raposo Palomeque de 32 años, natural de Madrid y residente en Guadalajara, militante del PCE, de profesión metalúrgico; presidente del Socorro Rojo Internacional SRI de Guadalajara.
Valentín Simón Fuentes, de 30 años, natural de Madrid, de profesión contable y también del PCE; y Miguel Torres González natural de Sigüenza, (Guadalajara) 24 años, de profesión empleado,
Todos fueron asesinados juntos el día 9 de julio de 1939. Como causa de la muerte de todos ellos, el registro de defunciones municipal indica “a consecuencia de herida de arma de fuego“, A diferencia de los fusilados, en los que pone “Orden del juzgado de Ejecuciones”, Los autores de su muerte fueron conocidos falangistas de la ciudad, a los que se les permitía entrar a la cárcel para torturar presos republicanos, Los agentes del SIPM (Servicio de Información de la Policía Militar) franquista, encargados de su custodia, miraron para otro lado, e indicaron que se les había aplicado la “ley de fugas”.
En una entrevista con Clotilde Ballesteros, la viuda de Juan Raposo, uno de los asesinados en ese día, sabemos que en realidad, tanto Raposo como Echevarría y sus compañeros fueron asesinados a golpes en el patio de la Prisión Central de Guadalajara y posteriormente rematados a tiros, y que era una práctica frecuente en la Prisión. Todos los presos pudieron oír los gritos, Clotilde Ballesteros, que era también militante del PCE, recibió poco después los efectos personales de su marido, y entre ellos una camisa llena de sangre y desgarrada, con trozos de piel pegados.

Los cuatro asesinados el 9 de julio de 1939 fueron enterrados en la fosa común del llamado Patio de Santa Isabel del Cementerio Municipal de Guadalajara, concretamente en la fosa 24.

Este espacio es el que está junto al nuevo monumento memorial que se ha erigido con los nombres de los 976 asesinados por la dictadura entre 1939 y 1945. Se trata de una fosa común donde fueron enterrados no sólo victimas de la dictadura, sino todos aquellos fallecidos sin recursos procedentes del asilo, o enfermos del hospital, entre otros. La fosa del patio de Santa Isabel fue vaciada a los largo de los años y reutilizada en numerosas ocasiones.
El Foro por la Memoria de Guadalajara se ha puesto en contacto con la Asociación Republicana Iruñesa “Nicolás Guerendarain” y con el Partido Comunista de Euskadi , para poder localizar a algún familiar de Juan Eraso Echevarría, natural de Irún,

espinosa

Francisco Espinosa

La Diputación de Huelva acaba de presentar la V edición de uno de sus libros de referencia: La Guerra Civil en Huelva, de Francisco Espinosa Maestre*. Veintidós años desde su salida a la luz y más de nueve mil ejemplares editados han elevado esta magna obra a la categoría de imprescindible en las estanterías de todos los que buscan conocer los hechos que acaecieron en Huelva en los duros años del golpe franquista y la represión que conllevó el levantamiento militar. Pero los hechos trascienden el momento al instalarse ya en la memoria colectiva de una Huelva que gracias a esta obra comenzó, no sin zancadillas, retrasos, desconfianzas y cortapisas a conocer su pasado más reciente y el alto precio que los pueblos onubenses tuvieron que pagar.

¿Qué tiene este libro para que dos décadas después de su primera edición siga encandilando al lector?

Se trató de una investigación rigurosa y detallada, fruto de un largo trabajo, orientada a un público amplio. Para empezar acabó totalmente con la memoria histórica que de los hechos había transmitido la dictadura franquista, que se limitaba a exagerar los crímenes cometidos por los rojos en las pocas localidades en las que se produjeron hechos violentos. Una persona de derechas a la que entrevisté llegó a asegurarme que en la ciudad de Huelva las víctimas de izquierdas no pasaron de una docena; otras triplicaban el número de víctimas del terror rojo en La Palma o Salvochea (El Campillo). El libro sirvió a los interesados en un sentido amplio: investigadores, profesores y lectores en general, y estuvo en el origen de diversos proyectos e investigaciones locales.

Pero sobre todo el libro constituyó para muchas personas la única constatación que tenían de lo que había ocurrido a sus familiares. Me impresionó siempre ver en el libro, ya fuera en las bibliotecas familiares como en los ejemplares que me llevaban a firmar, la señal de papel en la hoja en la que aparecía el familiar asesinado. En este sentido el libro sacó a la luz el pasado oculto y suplió la inhibición de las instancias oficiales tras la transición. Pensemos que más de mil nombres de los que aparecían en los listados ni siquiera habían sido inscritos en los registros de defunción y que la mayor parte de los restantes lo fueron años después de que fueran asesinados. Y esto sin contar los que siguen sin inscribir.

Represión, guerra, asesinatos indiscriminados, ¿qué situación predominó en nuestra provincia en los años de Guerra Civil y posguerra?

En Huelva no hubo guerra, solo represión. La ocupación por los golpistas fue un paseo militar. Sin embargo hay que destacar que esta provincia fue la única que planteó una amenaza seria a Queipo y su cuadrilla a menos de veinticuatro horas del inicio de la sublevación. Fue ese movimiento iniciado en la zona minera y organizado desde Huelva el que a mí me decidió a investigar lo ocurrido en esta provincia. Todo esto acabó a las puertas de Sevilla, en La Pañoleta, tras la traición de la Guardia Civil, cuyo jefe fue nombrado poco después gobernador militar. Hablo del nefasto Haro Lumbreras, responsable directo de la terrible represión que se abatió sobre la provincia y con el que acabó pocos años después a tiros un subordinado por cierta faceta oscura de Haro que todos conocían y de la que me habló largo y tendido el teniente Alberto Luis Pérez García, que lo conocía bien.

Actualmente sabemos que en Huelva fueron asesinadas más de seis mil personas, casi todas a golpe de aquellos bandos de guerra que todo permitían. Pero el número real debe superar las ocho mil. Entre los méritos enumerados por Queipo para que se le concediera la Laureada destacaba la operación que dio lugar a la ocupación de la cuenca minera con tres columnas a fines de agosto de 1936. Es él mismo el que expone que sus fuerzas causaron allí  más de cuatro mil víctimas, cifra que desborda ampliamente los datos que tenemos actualmente.

Conocemos el nombre de muchos verdugos pero no tenemos constancia de  personajes que destacaran por salvar muchas vidas con su comportamiento, o por lo menos no se conocen lo suficiente.

En aquella situación solo tuvieron la posibilidad de salvar vidas los mismos que podían quitarlas: militares, guardias civiles, propietarios, curas, falangistas, requetés y las fuerzas vivas de cada lugar. Entre unos y otros formaban esos consejillos ocultos que decidían quiénes debían desaparecer cada noche. De los líderes políticos y sindicales se salvaron pocos. Cualquier persona relacionada con la República podía acabar en el paredón. El escarmiento que se practicó con la masa obrera fue diezmarla a capricho para que todos supieran a qué atenerse. Es en este ámbito donde pudo haber alguna intervención para sacar a alguien de la lista. Pero lo cierto es que estos hechos fueron muy escasos cuando no inexistentes.

 Pero qué papel jugó esta Huelva nuestra en el puzle de la Guerra Civil. ¿Fue un mero espectador aterrorizado por los horrores o era un territorio clave para los golpistas?

Huelva fue importante por varios motivos. Uno, el de la formación inmediata de una columna contra los golpistas sevillanos, ya se ha comentado. Por otro lado la cuenca minera fue desde un primer momento un objetivo militar por el cobre y la pirita,  minerales de uso bélico. Para los golpistas resultó prioritario asegurar el acceso a Portugal por Ayamonte, ya que no solo contactaban con un gobierno colaboracionista sino que les posibilitaba el envío de todo tipo de materiales a otras zonas donde la sublevación había triunfado. También hay que tener en cuenta que, puesto que se había elegido la ruta extremeña para llegar a la capital, había que controlar al mismo tiempo las zonas colindantes desde las que podían surgir problemas. Todo el territorio entre la Ruta de la Plata y la frontera portuguesa debía ser ocupado. De ahí la decisión de mandar fuerzas para Huelva de inmediato.

Si tuviera que marcar un pueblo de todos los que conforman la provincia, cuál señalaría teniendo en cuenta el sufrimiento de sus gentes.

Mientras no sepamos la realidad completa de la represión no tiene sentido elegir uno u otro lugar. Hay que tener en cuenta que el terror se implantó en toda la provincia y que solo en tres pueblos, Hinojos, Hinojales y Berrocal, no se mató a nadie. Pensemos que previamente, en los llamados “días rojos”, solo se derramó sangre en seis localidades con un resultado de cuarenta y dos personas asesinadas. Aunque añadamos a esta cifra las víctimas habidas posteriormente en los conflictos con los huidos, resulta absurdo comparar ambas realidades. Incluso sumando todas las víctimas de derechas no pasamos de cien casos. ¿Cómo comparar esto con la eliminación de más de seis mil personas, entre ellas más de doscientas mujeres?

El terror llevó a muchos a huir de sus pueblos. Unos hacia Extremadura, que dieron lugar a la columna Andalucía-Extremadura, y otros hacia las distintas sierras de la provincia. Esto generó una situación excepcional en que la violencia alcanzó límites extremos tanto por las acciones de los huidos como sobre todo por las batidas contra ellos y sus posibles soportes. El resultado fue que a mediados de 1937 se declaró el estado de guerra en la mitad de la provincia. El ciclo de muerte se extendió de 1936 a 1944, pero el ambiente enrarecido siguió hasta bien entrados los 50. Ya dijo un alto militar de Huelva “que si bien ha terminado la guerra, la campaña no”.

¿A qué se debió esa represión tan cruel y aberrante hacia esas mujeres que fueron maltratadas y fusiladas?

Sobre la mujer existió una triple represión. Una, igual que en los hombres, por su actividad política o sindical durante la República, otra por su relación familiar con hombres significados políticamente que había sido asesinados o habían huido y una tercera por el simple hecho de ser mujeres. Los hombres huyeron y nadie pensó que la soledad expusiese a las mujeres a hechos tan graves. Pero el fascismo agrario y católico español no podía soportar la presencia de la mujer en la política ni en la lucha social, como había ocurrido durante la República. Raro fue el pueblo donde el fascismo no encontró una “Pasionaria” o una “Mariana Pineda” que eliminar. También fue general el infame espectáculo de la humillación pública de mujeres a las que se rapó el cabello y se hizo beber aceite de ricino. En ocasiones, como en Ayamonte, se hacía lo mismo con los homosexuales. Sabemos también que aquellas circunstancias fueron propicias para que se diesen casos de violaciones, que cuando en alguna rara ocasión llegaron a la justicia militar fueron hechos recaer sobre la mujer. Otras, como en Rosal, fueron violadas antes de morir. Una prueba del horror que se alcanzó con la mujer es lo ocurrido en Calañas, donde las mujeres de los asesinados fueron obligadas a participar  en bailes en la plaza. Se mató a mujeres en todos los partidos judiciales y pueblos hubo como El Cerro, Cala y Valverde, en que fueron asesinadas mujeres embarazadas. La provincia se llenó de viudas y de huérfanos, de los que 3.156 tuvieron que recurrir a la ayuda pública.

Usted comenzó a escribir antes de que surgiera el movimiento memorialista. ¿Por qué no se ha hecho más desde los respectivos gobiernos por la recuperación de la memoria de las víctimas y cómo es posible que aun hoy haya decenas de miles de personas enterradas en cunetas y socavones?

No ha existido voluntad política. Las voces que en la transición buscaron llevar un poco de justicia a las víctimas del fascismo español fueron acalladas. La amnistía de 1977 fue clave como ley de punto final. Fue el propio Felipe González el que dijo: “Nosotros decidimos no mirar atrás”. Se entiende que en los primeros años no entraran en este asunto pero no que mantuvieran la misma actitud a partir de 1986 o del 89, con motivo de los aniversarios del golpe y del final de la guerra. Fue el movimiento social el que obligó a posicionarse al gobierno de Rodríguez Zapatero y a adoptar cierta política de memoria, aunque finalmente de ahí solo salió  una “ley de memoria” descafeinada que no satisfizo a nadie. De la derecha ya se sabe que nada cabe esperar en este terreno. Para ella el golpe militar y la represión que se abatió de inmediato sobre más de medio país no representan problema alguno. La lealtad al franquismo permanece.

Alguien debería entonar un mea culpa, ¿no cree?

Eso está complicado. Yo me conformaría con que algún gobierno afrontara de una vez la existencia de cientos de fosas comunes –veremos qué pasa con la dotación para memoria histórica de los nuevos presupuestos– y que por fin se abrieran a la investigación los fondos documentales de carácter militar que aún siguen cerrados. Hablamos de una importante documentación relativa a la guerra, posguerra y dictadura que nos ha sido vetada hasta ahora. No solo no ha existido voluntad política de abrirla a la investigación sino que se ha permitido que siga en manos de los propios organismos que la generaron (Ejército, Guardia Civil y Policía), lo cual no parece lo más aconsejable.

También deberían ser accesibles los archivos de la Iglesia por el papel tan relevante que tuvo en la represión y por prestarse a aportar el carácter de “cruzada” a lo que no fue sino un salvaje golpe militar. En Huelva hay sobrados ejemplos del papel que jugaron los curas del fascismo. Un buen ejemplo podría ser el párroco de la Concepción Calderón Tejero, que llevó un fichero de masones e izquierdistas durante la República que luego pasó a los militares; otro el de Rociana, Martínez Laorden, un fanático que a los pocos días de la ocupación del pueblo clamaba en su sermón público por acabar con ellos hasta la raíz y que cuando ya habían caído más de cien vecinos realizó una denuncia anónima a Queipo pidiendo que se siguiera limpiando el pueblo. Y muchos otros que se sumaron a la “gran tarea” como Pablo Rodríguez “Don Litro”, que fundó una hermandad y cuenta aún con calle; Carlos Sánchez “don Carlitos”, mano derecha de Siurot, y párrocos como los de  Gibraleón, Moguer, Encinasola, Aroche, Rosal, Valverde, El Campillo…

¿Hemos cambiado a mejor¿ ¿Somos más demócratas? o detecta el autor una regresión hacia posicionamientos más involucionistas, más comprensivos con la dictadura o con las dictaduras.

La historia ha permitido en buena medida conocer el pasado oculto y la memoria liberar a muchas personas de lo que habían guardado dentro por miedo y por no ver el ambiente propicio para hablar de ello. Como dijo el escritor almeriense Agustín Gómez Arcos “La dictadura imponía el silencio, la democracia impide la memoria”. El problema es que la derecha española nunca rompió su vínculo con el franquismo y la izquierda no tuvo en cuenta que la democracia sin memoria se convierte en un mero ejercicio vacuo de poder. En la Transición, con la investigación ya en marcha, primó el pacto de silencio, que el PSOE no quiso romper durante los catorce años que estuvo en el poder. Luego en 1996 vino Aznar, al que le estalló un movimiento social que se prolongaría hasta 2008 ya con Zapatero y que reaccionó promoviendo el revisionismo. Después Rajoy con su “Cero euros” a la memoria histórica y ahora tenemos por delante una amenaza de regresión que no sabemos aún dónde nos llevará.

Hay un problema de fondo: pese al gran avance investigador y al movimiento pro memoria no se ha sabido transmitir a la sociedad española la realidad del ciclo histórico 1931-1977. El debate académico ha sido muy limitado, la implicación de las instituciones ha sido débil y lógicamente no se ha conseguido socializar el asunto.

La obra, muy detallista en lugares, nombres, víctimas siempre ha tenido enemigos. A pesar de todo ha salido a flote. Ha nadado contracorriente, supongo, para llegar a esta ¿definitiva? V edición.

Fue un proceso complicado. El texto definitivo se entregó a Diputación a fines de 1992 pero no se publicó hasta 1996. Desde el Servicio de Publicaciones había quien se oponía  a la publicación porque no le gustaban los largos listados de víctimas y por el consabido tópico de “no reabrir heridas”. El “informe técnico” solicitado a los asesores, de departamentos de Historia de la Universidad de Sevilla, también fue negativo. Según el firmante, un catedrático de Historia Moderna que reconoció que le habían endosado la firma del informe hecho por otros, al libro le sobraban más de 400 páginas. Por su parte los políticos, que eran los que realmente tenían en sus manos la decisión, decidieron que no era el momento. Lo cuenta bien Antonio Orihuela en el prólogo.

Y cuando se publicó, la demanda, nunca prevista ni probablemente deseada por el Servicio de Publicaciones, los desbordó: tres ediciones en poco tiempo, otra en 2005 y ahora la última. Y ni siquiera esta ha sido fácil. El contrato se firmó en marzo de 2017 y el libro, que debía publicarse antes de aquel verano, no ha salido hasta finales de 2018. ¿Por qué? La edición se paralizó durante más de año y medio porque de nuevo alguien del Servicio de Publicaciones consideró que algunas líneas del prólogo no resultaban convenientes. Por suerte debo reconocer que la relación con el actual director, Lauro Anaya, ha sido buena y se pudo salir del atasco.

¿Qué ambiente encontró en los años ochenta, cuando comenzó las investigaciones, en los ayuntamientos, en los archivos, en los juzgados?

La Transición fue muy lenta en estos ámbitos administrativos, donde aún flotaba el espíritu franquista. La Ley de Patrimonio Documental, un canto a la ambigüedad en lo que atañe al acceso a la información, se aprobó en 1985 y aún seguimos a la espera de que se haga una ley de archivos. Todavía no han tenido tiempo de ponerse a la tarea. La palabra que define en este terreno aquellos años y también los posteriores es la arbitrariedad. Teniendo por base la misma legalidad te podías encontrar a un secretario de ayuntamiento que te negaba la consulta de los libros de actas –por ejemplo el tal “don Emilio” del Ayuntamiento de Huelva, que había secuestrado en su despacho las actas de pleno de varios años a partir del 36– y a otro que no ponía impedimento alguno. Uno no sabía nunca con quién se iba a encontrar. Alcalde hubo que pasó por pleno, y tras pago de póliza, la decisión de si yo podía acceder al archivo –decía que ni siquiera él había entrado allí–, mientras otros facilitaban la tarea y ponían una fotocopiadora a mi disposición. Algunos encargados de juzgados, como el de Lepe, me obligaron a ver los libros de pie tras una batalla verbal para poder acceder a ellos; sin embargo, otros me ofrecieron un despacho para poder trabajar tranquilamente. La rigidez de los permisos de instancias superiores que yo llevaba, que exigían que la consulta se hiciese ante funcionario, fue causa de muchos problemas en los juzgados de paz.

¿Cree que aun hoy se siguen poniendo trabas a este tipo de trabajos de investigación?

Digamos que aquel mundo fue desapareciendo lentamente y fue entrando gente que ya tenía otro talante. No obstante, en el mundo de los archivos pesó mucho la inercia. Todo siguió dependiendo de si el funcionario era partidario del derecho a la información o del derecho al honor, etc. Puede decirse que algunos archiveros estaban como a la defensiva, como de mala gana, como si pensaran que las visitas de investigadores venían a interrumpir su trabajo. Mi amigo Sergio Riesco, que estuvo en el archivo del Instituto de Reforma Agraria de San Fernando de Henares, me contó que estando  investigando un verano el hijo pequeño de la encargada, que andaba por allí, le dijo: “Dice mi mamá que si no tiene usted nada mejor que hacer”. Por suerte esto también ha ido cambiando y hay ya un personal consciente de su función social y volcado en ayudar a quien llega allí en busca de información.

Supongo que indagar en la represión en esos años no fue fácil. ¿Cómo estaban los archivos municipales?

Pasé por archivos lúgubres como el del juzgado de Villanueva de los Castillejos o el municipal de Cala y por archivos maravillosos como los de Niebla, La Palma o Manzanilla. La investigación, realizada en los últimos años ochenta y primeros noventa, coincidió con la ordenación de (lo que quedaba de) los archivos a nivel provincial. Los fondos de los años treinta y cuarenta estaban especialmente afectados por el expurgo, la dejación y el abandono. Había ayuntamientos como Riotinto donde faltaban los libros de actas de aquellos años y otros en que páginas enteras estaban tachadas con tinta. Por otro lado los criterios de la ordenación que se estaba realizando eran peculiares. La documentación relativa a Falange era incluida en un apartado llamado “Documentación ajena a este archivo”, olvidando que los alcaldes eran a su vez jefes locales del movimiento y que en muchas ocasiones Ayuntamiento y Falange eran lo mismo. No obstante, lo peor de todo es que, pese al ingente trabajo que acarreaba su investigación, estas fuentes locales (ayuntamientos, juzgados), dado el estado en que nos habían llegado, solo permitían atisbar una parte de la zona visible del iceberg.

En contraste, en Huelva, hoy tenemos un archivo de datos muy accesible desde la web.

Huelva es la única provincia española en que se puede acceder por Internet a la documentación completa de la Auditoría de Guerra de la II División Orgánica. Sin duda se trató de una de esas raras situaciones en que todo funcionó: la actitud de Defensa, el trabajo de José María García Márquez en el archivo y la presencia al frente de la Diputación de José Cejudo, al que no me costó nada convencer de la importancia de aquellos fondos. Todo ello hizo posible la firma de un convenio en 2006 que permitió la digitalización de ciento ochenta mil documentos que contenían unos dos mil quinientos procedimientos relativos a Huelva. Esta documentación, accesible por la web de Diputación y muy bien catalogada, abrió amplias posibilidades a la investigación y a la consulta de familiares e interesados en general.

¿Cómo ha avanzado la investigación sobre estos hechos en Huelva desde la publicación de su libro?

Ha habido un avance importante, visible en las monografías locales publicadas desde entonces (Encinasola, Palos, Bonares, Moguer, Fuenteheridos, El Campillo, Cortegana y otros trabajos sobre la guerrilla, la represión económica y sobre historias personales). El balance es positivo aunque queda mucho por saber. Creo, no obstante, que no se ha aprovechado lo suficiente el hecho de poder acceder por Internet a la documentación generada por los militares. Pese a lo cual hay que decir que Huelva es una de las provincias españolas mejor investigada en lo que se refiere al ciclo abierto con el golpe militar de julio de 1936. Personalmente me alegra haber contribuido a ello.

Sería injusto acabar sin mencionar, porque no la he olvidado, la ayuda que recibí, entre otras muchas personas, de Jesús Ramírez Copeiro, Arturo Carrasco, Antonio Ramírez Almansa, Mario Rodríguez, Antonio Santos Barranca, Manolo Tapada, Antonio Rodríguez Guillén, Diego Monge, Juan Manuel Ramos, Antonio Bravo, Domingo Muñoz Bort, Enrique Martín, Santiago Rodríguez, Longinos Falantes, Ricardo Limia, Francisco Romero Marín, Juan Banda, Antonio Tascón, Eufrasio Pasca, Daniel Bernal, Manuel Carcela o José María Molina Heredia.

*De Francisco Espinosa Maestre (Villafranca de los Barros, Badajoz, 1954), historiador y Doctor en Historia, cabe decir que sus investigaciones se han centrado en la II República, en el golpe militar de julio de 1936 y sus consecuencias en el suroeste español, y en la forma en que la sociedad española ha abordado y guardado memoria de aquellos hechos. Fue coordinador científico del proyecto TODOS LOS NOMBRES y autor del Informe sobre la represión franquista que se unió a la causa abierta por el juez Baltasar Garzón y miembro de la comisión que le asesoró. Entre sus obras principales, además de la que nos ocupa, cabe citar La columna de la muerteLa justicia de QueipoLa primavera del Frente Popular Lucha de historias, lucha de memorias.

De las fotos que acompañan la entrevista por orden de edición:

  1. Francisco Espinosa Maestre.
  2. Portada de la V edición de La Guerra Civil en Huelva (Ed. Diputación de Huelva)
  3. Estampas de la Guerra nº 5, Editora Nacional, s/f.
  4. Vehículos blindados expuestos en Huelva, 31/08/1936 (Archivo del autor – Foto Olmedo)
  5. Camión blindado. Sobre el visor delantero la placa de abogado de Luis Cordero Bel (Hemeroteca Municipal de Sevilla – Fondo Serrano)
  6. Los mineros en la Audiencia, 30/08/1936 (Hemeroteca Municipal de Sevilla-Fondo Serrano)

Arturo Peinado: “Todos los gobiernos han preservado la impunidad del franquismo”

Entrevistamos a Arturo Peinado, presidente de la Federación de Foros por la Memoria para conocer la posición del movimiento memorialista sobre la exhumación de los restos del dictador Francisco Franco del Valle de los Caídos, entre otras cuestiones referentes a la reparación de los crímenes cometidos por el régimen fascista que gobernó España con puño de hierro desde 1.939 hasta 1.978.

¿Cómo valoran la labor en cuanto a la Memoria de los gobiernos que se han sucedido desde el franquismo?

Entendemos que uno de los elementos centrales del régimen establecido en 1977-1978 es lo que organizaciones internacionales de derechos humanos llaman el “modelo español de Impunidad”, consistente en que no se aplicó en España una “justicia transicional”, como en otros países donde se pasó de dictaduras de muy diverso tipo a regímenes democráticos.La impunidad del franquismo no afecta sólo a la impunidad penal de ejecutores de crímenes y responsables políticos, sino también a respetar el estatus económico y social de los beneficiarios de la guerra y de la dictadura. Los gobiernos, con muy pocos matices, han sostenido y preservado este sistema de impunidad, acompañándolo de políticas activas de silencio y olvido con respecto a los crímenes cometidos, y a la resistencia antifascista durante la guerra y toda la dictadura, en sus diferentes formas.

¿Qué supuso para la recuperación de la memoria la Ley de Memoria Histórica del expresidente Zapatero?

En primer lugar hay que decir, que una Ley de Memoria no estaba en el programa electoral socialista de 2004, sino que fue una exigencia de sus socios de investidura, ERC e IU-ICV. Sucedió gracias a la presión y a la pujanza de un extenso y plural movimiento memorialista.

Arturo Peinado, presidente de la Federación de Foros por la Memoria

El objetivo final de la Ley de 2007 fue preservar en lo esencial el modelo de impunidad, intentando “domesticar” al movimiento memorialista mediante subvenciones. Obviamente la Ley fracasó, si no, no estaríamos hablando 11 años después de fosas, sentencias o de los restos de Franco.La Ley de Memoria no anuló las sentencias franquistas; impuso un sistema de exhumaciones extrajudiciales mediante la gestión privada de subvenciones públicas; estableció unas medidas de reparación material y simbólica limitadas; pero fundamentalmente, negó el derecho a la Justicia de las víctimas del franquismo, y el derecho a la verdad de la sociedad española.

¿Qué opinan de la exhumación de los restos del dictador Franco propuesta por el presidente Pedro Sánchez?

Obviamente estamos de acuerdo, aunque nos parece insuficiente si no salen también los restos de Primo de Rivera, y no se hace una política integral sobre el futuro del Valle de Cuelgamuros. Nos tememos que esto quede en un hecho puntual, que sirva para dar una imagen de izquierdismo al Gobierno ante su electorado, explotando mediáticamente la reacción furibunda de las derechas (y de paso permita al Gobierno incumplir otras de sus promesas, en los planos social y económico, fundamentalmente).

¿Cuál es la valoración que hacen de la propuesta de IU para el Valle de los Caídos?

Es correcta y coincide en líneas generales con nuestras propuestas. Es lógico, puesto que nos hemos reunido e intercambiado criterios con ellos, y con otras fuerzas políticas y grupos institucionales, no solamente del ámbito de la izquierda, aunque las coincidencias, obviamente, se dan sobre todo con las fuerzas progresistas.

¿Cuál es su opinión sobre la posición que llama a mantener todo como está bajo el argumento de “no reabrir heridas”?

Que los que proponen eso no lo plantean para otros casos, como el del terrorismo vasco y sus víctimas. El caso de España y las víctimas del franquismo es una excepción, un paréntesis, una especie de limbo, con respecto al tratamiento que se da en el resto del mundo a las agresiones contra los derechos humanos, donde se aplica el derecho internacional para delitos que por su naturaleza son imprescriptibles.

¿Qué medidas debería tomar el gobierno para reparar lo acontecido durante la Dictadura de Francisco Franco?

Nosotros, junto a otras organizaciones en el marco del Encuentro Estatal de Colectivos de Víctimas del franquismo y de Memoria Histórica, proponemos una Ley Integral de Víctimas del franquismo, que iguale en derechos a las víctima del franquismo con respecto a otros colectivos de víctimas para las que el estado español ha legislado convenientemente, y ha reconocido su derecho a obtener Verdad, Justicia y Reparación.En cuanto a medidas concretas, exigimos, entre otras cuestiones, la anulación de todas las sentencias represivas del franquismo, la exhumación judicializada de las fosas comunes clandestinas, la eliminación completa de la simbología y callejero que homenajea a la dictadura y a los golpistas de 1936, y la declaración de nulidad de la Ley de Amnistía de 1977 para poder llevar ante los tribunales a los responsables de crímenes contra la humanidad, como ha pasado y sigue pasando en Argentina, Alemania…

¿Considera el movimiento memorialista que es necesario desarrollar un proceso constituyente para conseguir sus objetivos?

Entiendo que en un proceso de cambio de régimen se abrirían espacios para aplicar elementos de Justicia transicional, lo que no se pudo hacer en 1977, aunque será demasiado tarde para muchas víctimas y familiares. De cualquier modo, nosotros tenemos que trabajar aquí y ahora, exigiendo al Estado español en su actual forma el cumplimento del derecho internacional de los derechos humanos.También hay que tener en cuenta que las denuncias y exigencias del movimiento memorialista, suponen un cuestionamiento frontal de los pactos de impunidad, silencio y olvido de la Transición, sin tener que proclamar públicamente nuestro republicanismo a cada minuto. La misma existencia a día de hoy de docenas de miles de desaparecidos implica un cuestionamiento del régimen del 78, y del propio Estado de derecho en España.

¿Existen ejemplos en otros países del mundo que sean una inspiración para la Federación que usted preside?

Es complicado, porque las circunstancias españolas son muy específicas: la duración del franquismo, con sus fases históricas, y sus múltiples formas de represión; el “peculiar” modo en que se pasó aquí de la dictadura a la democracia… Hay modelos de los que podemos aprender, comparándolos con nuestro caso: la victoria de los antifascistas en Europa en 1945; la Revolución de los Claveles…Quizás de donde más enseñanza e inspiración obtenemos es de las luchas contra la impunidad en el Cono Sur americano: las organizaciones de víctimas y familiares; los activistas; el papel de la sociedad, las fuerzas políticas y los juristas en la lucha contra leyes de Punto Final; las posteriores políticas públicas de Memoria… en todos los aspectos estamos a años luz de lo que se ha conseguido allí.

Con otras fuerzas tenemos desde hace tiempo una sintonía especial, como es el caso de ERC a través de Joan Tardà, que siempre ha trasladado al Congreso las propuestas del sector del movimiento memorialista más implicado en la lucha contra la impunidad. También mantenemos una colaboración permanente con Compromìs, por medio del senador Carles Mulet, con quien el año pasado presentamos una propuesta de Ley de Víctimas en el Senado, que PP, PSOE y Cs no admitieron a trámite.Mantenemos una relación fluida tanto con Podemos como con IU, que han recogido en sus propuestas parlamentarias y programáticas, buena parte de los planteamientos del Encuentro Estatal de Colectivos, aunque no hemos sido capaces de conseguir, de momento, que las fuerzas democráticas presentaran una propuesta común. Por el contrario, han proliferado en esta legislatura múltiples iniciativas particulares, de muy diverso sentido, desde el ámbito de la izquierda y de los nacionalismos periféricos.

¿Considera que el golpe que lideró Franco contra el gobierno de la II República estuvo justificado?

Desde un punto de vista democrático, de ninguna manera. Querían arrancar de raíz, la tradición liberal y democrática, así como la propia existencia del movimiento obrero. Y para ello no ahorraron esfuerzos: algunos historiadores han utilizado conceptos como “inversión en violencia” (o en terror), para explicar la represión franquista.El objetivo era claro, eliminar la experiencia reformista republicana, y garantizar la dominación sin contestación de la clase dominante y de los sectores más reaccionarios de la sociedad española: iglesia, ejército, latifundismo agrario… Mediante el exterminio del enemigo político.

¿Qué podría decir sobre la represión que tuvo lugar bajo el régimen fascista de Franco?

Frente a lo que se dice por el negacionismo y revisionismo tan de boga estos días, inconcebiblemente exhibido en los medios de comunicación, la represión franquista está relativamente bien estudiada, con algunos puntos negros, como los problemas de acceso a determinados archivos de la represión.Cientos de investigadores han publicado monografías locales y comarcales; luego especialistas, generalmente en obras colectivas, han realizado un análisis comparativo e interpretativo. Al tiempo, se han estudiado las diferentes formas de represión y colectivos de víctimas: asesinatos “legales” y extrajudiciales, prisión, exilio, deportación, bebés robados, represión económica y profesional… Y progresivamente la historiografía ha pasado de intentar la cuantificación de la represión como tema central, a buscar la explicación de los cómos y los porqués.El problema es que tenemos la Verdad, sostenida por un amplio consenso académico y científico, pero su ignorancia por el sistema educativo y la “censura” o desatención de los medios, hace muy difícil que ese conocimiento llegue al conjunto de la sociedad.Es una gran pelea, que no sé si vamos ganando, pero que va inexorablemente unida a las posibilidades que tenemos de que en el futuro se haga efectivo el derecho a la Justicia. Y la lucha por la memoria histórica y los derechos de las víctimas del franquismo ocupa un espacio central en la defensa de una democracia real, y de los derechos humanos y civiles en nuestro país.