Las primeras elecciones de la recién proclamada Segunda República para formar Cortes Constituyentes fueron convocadas por Decreto de 3 de junio de 1931. Se debían elegir diputados para una sola Cámara por sufragio universal masculino de ciudadanos mayores de 23 años, aunque podía haber candidatas y los sacerdotes también podían presentarse. La legislación aplicada fue la Ley Electoral de 1907 pero modificada por un Decreto del 8 de mayo de 1931, al poco de ser proclamada la República. Esta modificación sustituía los distritos uninominales en pequeñas circunscripciones electorales por listas únicas en las provincias y/o grandes ciudades, por eso, en algunas provincias se elegían diputados para la capital y otros para la provincia. Serían los casos de Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia, Bilbao, Zaragoza, Málaga, Córdoba, Granada y Murcia. El Decreto también abolió el polémico artículo 29 de la Ley de 1907 que proclamaba como elegidos automáticamente a los candidatos de los distritos donde solamente se había presentado una candidatura. Estas modificaciones fueron, por lo tanto, muy importantes, y atacaban claramente el poder caciquil que, aunque se había pretendido combatir con la Ley de Antonio Maura, en realidad se había mantenido. Por otro lado, conviene recordar que el sistema electoral era una mezcla de mayoritario y proporcional, y primaba a la candidatura más votada.

Las elecciones se celebraron el día 28 de junio, aunque hubo segundas vueltas en algunos lugares, y que se desarrollaron entre el 19 de julio y el 8 de noviembre. Las Cortes debían abrirse el día 14 de julio, fecha clave  por ser el aniversario de la toma de la Bastilla.

Como es sabido, la victoria de la Conjunción republicano-socialista fue rotunda, coalición electoral formada por el PSOE, el Partido Republicano Radical, el Partido Republicano Radical-Socialista, Acción Republicana, y Derecha Liberal Republicana. Debemos recordar, en todo caso, que cada formación política concurrió con su propio programa y con planteamientos distintos. Pensemos, por ejemplo, en la gran distancia ideológica entre los socialistas y la Derecha Liberal Republicana de Alcalá-Zamora. El PSOE se convirtió en la primera minoría en las Cortes, al alcanzar el 24’5% de los votos emitidos, traducidos en 115 escaños, seguida por los radicales de Lerroux con 90 actas (19’1%).

Guadalajara tenía derecho a cuatro escaños, es decir, era una circunscripción pequeña. Como en el resto de España ganó la Conjunción republicano-socialista al alcanzar tres diputados. El candidato más votado fue José Serrano Batanero (1879-1940) de Acción Republicana, el partido de Azaña, que consiguió 24.351 votos. Serrano Batanero era natural de Cifuentes en la provincia de Guadalajara. Se destacó como abogado criminalista, uno de los mejores de España en su tiempo. También fue concejal en el Ayuntamiento de Madrid. En la capital sería miembro de la Casa de Guadalajara, así como del Consejo de Estado. Su defensa ante el tribunal franquista que le juzgó fue un ejercicio no sólo propio de su fama como excelente abogado, sino un ejemplo de valentía y coherencia, al acusar a los jueces de rebeldes, por lo que les negó la facultad para poder juzgarle. Fue fusilado el 24 de febrero de 1940 en Madrid.

El segundo candidato elegido fue Marcelino Martín González del Arco (1886-1940), que obtuvo 23.700 votos. Martín González del Arco, aunque originario de la provincia de Salamanca, siempre estuvo muy vinculado a Guadalajara. Catedrático de Instituto, inspector de Segunda Enseñanza, director de Avante, el órgano de la Agrupación Socialista de Guadalajara, siendo uno de sus principales líderes y dirigentes, masón destacado y alcalde de la capital de la provincia. En el Congreso de los Diputados trabajó en las Comisiones de Reglamento, Guerra y Agricultura. Aunque repitió como candidato no salió elegido ni en las elecciones de 1933 ni en las de 1936, a pesar de la victoria del Frente Popular. En la guerra tuvo responsabilidades educativas en Madrid y terminaría siendo fusilado por el franquismo el 26 de abril de 1940.

El tercer candidato elegido fue el único de la oposición a la República. Estamos hablando de Álvaro de Figueroa y Torres (1863-1950), liberal monárquico, que sacó 18.493 votos. El conde de Romanones fue un destacadísimo miembro de la clase política del reinado de Alfonso XIII dentro del Partido liberal, diputado en multitud de ocasiones, presidente del Congreso y del Senado, varias veces ministros en distintas carteras y presidente del Consejo de Ministros. Aunque era madrileño su poder se concentraba en Guadalajara, lo que podría explicar cómo mantuvo el tirón electoral en las primeras elecciones de la República. Romanones participó en la entrega de poderes desde el último Gobierno de la Monarquía al Comité Revolucionario. En las primeras Cortes republicanas se distinguió defendiendo al rey del proceso que se abrió contra él, aunque no fue mucho más activo. Romanones apoyó a Franco y participó en una comisión que elaboró un informe sobre la supuesta ilegitimidad del régimen republicano y que fue elevado a Serrano Súñer. En todo caso, no tuvo más participación en la dictadura, dedicándose a su vida privada y a la académica.

El último candidato elegido fue Eduardo Ortega y Gasset (1882-1964) del Partido Republicano Radical-Socialista, con 17.775 votos. El candidato era el hermano mayor del filósofo. Trabajó a título personal en traer la República a España en la época de la Dictadura de Primo de Rivera, firmando el Pacto de San Sebastián. Fue elegido concejal del Ayuntamiento de Madrid en las cruciales elecciones del 12 de abril de 1931, en las filas de la Conjunción Republicano-Socialista. Se da la circunstancia que en las elecciones a Cortes Constituyentes fue elegido en tres circunscripciones electorales, y eligió ser diputado por Ciudad Real. Eso obligó a una segunda vuelta o elección parcial el 4 de octubre en Guadalajara. En esta nueva elección salió elegido el socialista Miguel Bargalló Ardevol (1892-1975), con 16.227 votos. Bargalló era catalán y un destacado maestro y pedagogo. Su vinculación con Guadalajara comenzó en el año 1915 al ser nombrado profesor de Historia en la Escuela Normal de Maestros de la capital. En los años veinte fue concejal del Ayuntamiento de Guadalajara. En el Congreso se destacó en asuntos educativos. En el mismo año de 1931 fue nombrado director de la Normal de Guadalajara, además de participar en la Comisión del PSOE que elaboró las bases de su programa político. También se destacó en la Masonería. Consiguió marchar al exilio al terminar la guerra.

Acto por la República en Guadalajara
14 de abril de 2014

Agrupación Republicana de Guadalajara, ARGU
Foro por la Memoria de Guadalajara
Izquierda Unida
PCE
CCOO


José Morales por el PCE e IU

Xulio García por el Foro por la Memoria

Miguel Ángel Fernández , de Agrupación Republicana de Guadalajara (ARGU)

Pedro A. Garcia Bilbao, ASR
Javier Morales, secretario de CCOO

Pancarta del PCE

Acto en Guadalajara por la III República

Fuente: Carlos Hernández @eldiarioes
Ha fallecido Agustín López, uno de los últimos supervivientes de los campos de concentración franquistas. Agustín pasó por 3 campos y un durísimo batallón de trabajos forzados en Siguenza. 

Su historia incluyó años de sufrimiento, castigos y trabajos forzados, pero no rencor: Agustín ha muerto a solo un mes de su 104 cumpleaños sin conseguir que respondieran a su pregunta: “¿Por qué nos trataron como animales?”

Agustín (segundo por la izquierda) con otros miembros de su batallón de trabajos forzados en Sigüenza. cortesía de la familia López

“Me gustaría encontrarme con alguno de nuestros guardianes y preguntarle: ¿Por qué nos tratabais tan mal? ¿Por qué nos tratabais como si fuésemos animales?”. Ese era siempre el único deseo que salía de la boca de Agustín López Montoro cuando se le preguntaba si guardaba rencor o quería vengarse, de alguna manera, de quienes tanto le hicieron sufrir. Nunca respondió con odio, insultos o anhelos de violencia. Solo quería tener un último cara a cara con aquellos militares que le explotaron, humillaron y torturaron en tres campos de concentración franquistas y en un terrible batallón de trabajos forzados. Solo deseaba poder mirarles a los ojos para intentar averiguar el porqué de tanto ensañamiento y tanta crueldad. A solo un mes de su 104º cumpleaños, Agustín ha muerto sin ver cumplido ese sueño. 

Una juventud entre la guerra y los campos de concentración

“Mi padre era republicano y yo, aunque solo tenía 16 años, también lo era. Por eso quisimos defender la República”. Agustín recuerda los momentos de zozobra que se vivieron en su pueblo, Santa Cruz del Retamar (Toledo), tras el golpe de Estado perpetrado en julio de 1936. Militante de UGT y de las Juventudes Socialistas, sus paisanos le llamaban “Remolino”, por el rebelde flequillo que despuntaba en su frente durante la niñez. Su extrema juventud hizo que Agustín no fuera llamado a filas hasta 1938, durante la fase final de la guerra en la que combatió defendiendo la capital del asedio franquista. “Cuando entraron en Madrid las tropas de Franco, yo ya me había vuelto a mi pueblo”, recordaba Agustín.

La debacle republicana precipitada por el golpe de Estado del coronel Casado permitió al futuro dictador ocupar la ciudad sin apenas oposición. La mayoría de los soldados leales al gobierno democrático habían regresado a sus hogares o escapaban hacia Alicante para tratar de abordar algún barco que les sacara de España. “Yo estaba en mi casa, pero enseguida hicieron un llamamiento, a través de la radio y los periódicos, para que quienes habíamos pertenecido en el ejército republicano nos presentáramos en el campo de concentración más cercano”.

“Nos echaban agua en un abrevadero para el ganado… Tuvimos suerte porque llovió y bebíamos de los charcos porque el agua estaba más limpia que la del abrevadero”

Agustín no se atrevió a desobedecer la orden y se dirigió hasta el campo de concentración que los franquistas habían habilitado en el barrio madrileño de Campamento. “Estábamos allí miles de hombres… muy asustados. El primer día recibimos una lata de sardinas, pero luego nos tuvieron cinco o seis días sin comer. Fue terrible. Luego nos dieron una lata de cocido y un chusco de pan que teníamos que repartirnos entre varios, pero había tanta hambre y tanta desesperación que el que tenía que dividir la ración salió corriendo y se perdió entre la muchedumbre. También teníamos mucha sed. Nos echaban agua en un abrevadero para el ganado… No queríamos beber de ahí. Tuvimos suerte porque llovió y bebíamos de los charcos porque el agua estaba más limpia que la del abrevadero”.

La documentación que se conserva del ejército franquista apunta a que este recinto, ubicado en la actual confluencia de la Avenida de los Poblados con el Paseo de Extremadura, llegó a albergar a más de 5.000 prisioneros. 

Aquel abril de 1939 había 16 campos de concentración en el actual territorio de la Comunidad de Madrid en los que se hacinaban decenas de miles de cautivos. Además del hambre y la sed, los prisioneros se enfrentaron a malos tratos, falta de higiene, enfermedades y a la amenaza permanente de ser asesinados. En toda España hubo 303 campos de concentración franquistas que, junto a los llamados Batallones de Trabajadores, conformaron un vasto sistema concentracionario por el que pasó cerca de un millón de prisioneros, en su inmensa mayoría hombres. El primero de estos campos abrió sus puertas en julio de 1936, unas horas después de iniciarse el golpe de Estado, y los dos últimos no fueron clausurados hasta 1947. Agustín tuvo suerte y fue liberado a finales del mes de abril de 1939, con la condición de regresar a su pueblo y presentarse ante las nuevas autoridades municipales.  

Segundo cautiverio y trabajos forzados

‘Remolino’ se sintió afortunado porque en su pueblo ni los falangistas ni la guardia civil tomaron represalias contra él. Pero su felicidad duró poco tiempo. Unos meses después fue llamado a filas por el ejército de la recién inaugurada dictadura. Franco ordenó que aquellos jóvenes que habían servido a la República debían hacer nuevamente el servicio militar. Fue la mal llamada “mili de Franco”.

Aquellos mozos que eran avalados como “afectos al Movimiento” por algún gerifalte de la “Nueva España” cumplían un servicio militar “normal”, en alguna unidad del ejército franquista. Sin embargo, quienes no lograban ese aval y eran considerados “desafectos” eran enviados a campos de concentración para, desde allí, engrosar los llamados Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores: unidades dependientes de la Inspección de Campos de Concentración en las que los prisioneros realizaban trabajos forzados.

“Me enviaron primero al campo de concentración que había en el colegio Miguel de Unamuno de Madrid. Tuve que dormir en la escalera, en el suelo, porque aquello estaba atestado de prisioneros”, relataba Agustín. De allí fue trasladado al campo de concentración de Miranda de Ebro, en la provincia de Burgos, donde pasó el tiempo justo para integrarse en un batallón de trabajos forzados. “Ahí empezó lo peor. Nos mandaron a Sigüenza para trabajar en la vía del ferrocarril. Estábamos llenos de mugre, siempre cubiertos de piojos y de pulgas. Casi no nos daban de comer y, aún así, estábamos todo el día con el pico y la pala…”.

Agustín fue testigo de la muerte de varios compañeros por hambre, enfermedades y malos tratos. “Nos daban una paliza con cualquier excusa. A uno casi lo matan por robar una remolacha porque tenía hambre. Otro castigo muy frecuente era hacerte cargar todo el día con un saco lleno de arena o de piedras… tenías hasta que dormir con él. Nos trataban peor que a los animales”.

Fueron muchos meses de una macabra rutina que comenzaba cantando el Cara al sol y continuaba con horas y horas de durísimo trabajo, sin nada que llevarse a la boca, sin posibilidades de asearse y con los constantes malos tratos a los que les sometían sus guardianes. “Cuando ahora veo en la tele algún reportaje sobre el Holocausto —afirmaba con tristeza Agustín— me pregunto por qué no se habla ni se conoce lo que sufrimos aquí. Porque lo que pasó aquí también fue terrible y yo viví algunas escenas muy parecidas a las que ahora veo en la tele”.

Libertad y Memoria

Tras la pesadilla de Sigüenza, Agustín fue enviado a una unidad militar en el Norte de África donde las condiciones de vida eran mucho mejores: “Allí cambió todo porque me trataban como a un soldado más”. En total pasó tres años fuera de su casa y, cuando por fin le permitieron regresar, la vida siguió sin ser fácil: “No encontraba trabajo porque había sido republicano. Los puestos de trabajo eran para los suyos”.

El tiempo fue pasando y, no sin dificultades, Agustín logró ir construyendo una vida y formar una familia. El pasado, el miedo y el silencio siempre estuvieron ahí, hasta que, muchos, muchos años después, su hijo, José María, le animó a contar públicamente todo lo que había sufrido.

Agustín publicó primero un pequeño libro con sus memorias y, desde 2019, participó en diversos actos y concedió algunas entrevistas para levantar el manto de olvido que, en nuestro país, ha cubierto la represión franquista, en general, y los campos de concentración de Franco, en particular. Con la cabeza lúcida y un estado físico envidiable para sus casi 104 años de edad, Agustín hizo una confesión hace solo un par de meses: “Tengo que ir pensando en marcharme”. Dicho y hecho. El entrañable ‘Remolino’ se ha marchado rodeado del cariño de toda su familia y con la satisfacción de haber recibido algunos –menos de los debidos, pero más de los que hubiera podido imaginar– merecidos homenajes. 




Agradecimientos, Carlos Hernández
https://www.eldiario.es/sociedad/sueno-cumplir-agustin-lopez-ultimos-supervivientes-campos-concentracion-franquistas_1_10897887.html

27 de enero 2024

DÍA INTERNACIONAL EN MEMORIA DE LAS VÍCTIMAS DEL HOLOCAUSTO

Manifiesto

La Declaración Universal de los Derechos Humanos (DDHH), aprobada por la Asamblea General de la ONU el 10 de diciembre de 1948, fue una respuesta internacional a las dramáticas consecuencias de la Segunda Guerra Mundial sobre millones de personas en todo el mundo. Entre ellas, fue determinante la barbarie ejecutada por el Tercer Reich vulnerando los derechos básicos de millones de personas y cometiendo los crímenes más abyectos con el propósito de exterminar a la población judía y al resto de colectivos estigmatizados.

No nos puede sorprender que aquella Declaración se inspirase en los juramentos de Buchenwald y de Mauthausen en los que los supervivientes de los campos nazis reafirmaban su compromiso en la construcción de un mundo mejor que el que dejaban atrás. Eran conscientes del precio que pagó su generación por su posicionamiento crítico y su activismo contra los regímenes nazi-fascistas y esa conciencia les interpelaba, de nuevo, para garantizar un futuro de Justicia y de Paz para las siguientes generaciones.

En noviembre de 2005, la Asamblea General de la ONU estableció el 27 de enero, aniversario de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz, como Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto (DIMVH). Ambas resoluciones tienen objetivos que se complementan y retroalimentan año tras año.

El mensaje propuesto para la próxima conmemoración del DIMVH, es el de la “Fragilidad de la Libertad”. Una fragilidad que constatamos, día a día, ante la terrible repercusión de los conflictos bélicos sobre la población civil (Palestina y Ucrania como ejemplos) o por la sistemática vulneración de los DDHH en diferentes partes del mundo, afectando a diversos colectivos ya sea por razones de género, políticas, religiosas, económicas, medioambientales …

Ante este panorama desolador de los DDHH en la actualidad, no cabe ni el silencio cómplice ni la melancolía contemplativa. El deber de memoria hacia todas las personas que sufrieron aquella ignominia, hace ya tantas décadas, lo es también para reivindicar los valores de justicia, de solidaridad internacional y de paz por los que se comprometieron dando todo lo que tenían, incluso su vida.

Una vez más, al celebrar este Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto hacemos un llamamiento a la participación en los diversos actos convocados. Manifestamos nuestra empatía colectiva y solidaria con las víctimas del pasado, pero también reconocemos las vulneraciones presentes de los DDHH y proclamamos la necesidad de garantizarlos para todas las personas en todos los lugares del mundo.

Amical de Mauthausen y otros campos y de todas las víctimas del nazismo de España

#FragilidaddelaLibertad

#MemoriaDignidadJusticia

#RecuerdoVíctimasHolocausto

#AmicalMauthausenRedNuncaMás

En la primavera de 1937, los Dąbrowszczacy, los voluntarios del Bón. Dabrowsky, estaban estacionados en la localidad de Cabanillas del Campo (Guadalajara). En aquellos días participaron en varios actos públicos antifascistas, en la manifestación del 1 de mayo y ofrecieron una donación económica a los niños de la escuela hijos de obreros y campesinos. El ayuntamiento abrió una cuenta en la Caja Postal por cada pequeño con la aportación de los soldados.

En febrero de 2023, una delegación de la polaca Asociación Voluntarios de la Libertad visitó la localidad y facilitó al archivo local fotografías únicas de la presencia de antifascistas polacos en Cabanillas. Anteriormente, en 2021, hubo una primera visita de la as. internacionalista polaca que fue recibida por el ayuntamiento y las organizaciones antifascistas de Guadalajara. En aquella ocasión, revisados los archivos municipales se recuperó el listado de los niños de la escuela -gracias a los buenos haceres de la archivera- y algunas de las cartillas de la caja de ahorros. Y en los listados se pudo reconocer a abuelas y abuelos de algunos miembros del actual ayuntamiento y de otras vecinos del pueblo.

Os animamos a ver un breve reportaje de la archivera Laura Fernández y el concejal Manuel Luis Gallego Delgado quienes cuentan detalles sobre la presencia de los Dąbrowszczacy en su ciudad.

RETIRADOS LOS SÍMBOLOS NAZIS DE UNA EXPOSICIÓN RELIGIOSA EN GUADALAJARA
El obispado ha pedido perdón por las posibles ofensas cometidas,


FMGU. Guadalajara, 26/11/2023.- Tras la denuncia realizada el pasado viernes por IU y por el Foro por la Memoria de Guadalajara sobre la exhibición de símbolos nazi-fascistas en una exposición religiosa de Guadalajara, con motivo del 75 aniversario de la Cofradía del Cristo Yacente de Guadalajara, el obispado ha remitido al Foro por la Memoria una carta indicando que han sido retirados y pidiendo perdón por las posibles ofendas a las víctimas del nazismo.

En un primer momento, tras la denuncia pública realizada a través de los medios de comunicación, el Cofrade Mayor de la misma se limitó a responder que dichos objetos de ideología nazi-fascista eran “parte de la historia” de la misma, ante lo cual, el Foro por la Memoria decidió remitir una carta personal dirigida al obispo protestando por lo que considerábamos un ultraje a las víctimas del nazismo. Dicha carta se remitió también a las embajadas de Alemania e Israel con textos en alemán y hebreo.

Inmediatamente tras hacer pública esta carta, el obispado de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara, en la figura de su delegado general, d. Agustín Bugeda Sanz, hizo llegar a esta asociación una respuesta anunciando que dichos símbolos habían sido ya retirados de la citada exposición y pidiendo perdón por “si se han sentido heridos o han creído que se ha podido ofender a alguien con la citada exposición”, según palabras del propio obispado,

La misiva de descargo ha indicado que la Cofradía autora de la exposición no ha querido “ofender a nadie ni exaltar ninguna ideología y menos la que ha llevado consigo tantas muertes, y entre ellos muchos mártires cristianos.” Indica.

Los mismos responsables de la exposición retiraron inmediatamente el pasado viernes toda clase de símbolo que pudiera considerarse ofensivo o de exaltación nazi o de otra ideología, que situaba en un contexto plenamente histórico y sin acepciones de ningún tipo . Tras la retirada de esos elementos polémicos, ha permanecido sin ellos la exposición hasta el domingo 26 en que se ha clausurado.

finalmente el obispado, indica que “seguro que la memoria democrática, según se denomina la última ley, nos ayudará a seguir teniendo un clima de encuentro en la diversidad y de unión con esperanza de cara al futuro entre todas las personas, y especialmente los guadalajareños, guardando tanto bueno que hemos recibido de nuestros mayores.”

Desde el Foro por la Memoria de Guadalajara agradecemos muy sinceramente la rápida rectificación y las palabras de contrición, y hacemos nuestras las palabras del propio obispado en el sentido de esperanza de cara al futuro, rectificando y aprendiendo todos de los errores de la historia, construyendo así un futuro en paz, respeto y fraternidad.



Protesta contra exhibición de símbolos nazis en una exposición
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Carta al Sr. Obispo de Sigüenza-Guadalajara
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De: Xulio García Bilbao. Dni: xxxx , portavoz de la asociación cultural Foro por la Memoria de Guadalajara. Registro Nacional de Asociaciones nº 21102 sección primera.

A: Reverendísimo señor d. Atilano Rodríguez Martínez, obispo de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara.


Estimado señor:

Desde el Foro por la Memoria de Guadalajara, asociación cultural dedicada a la defensa de los derechos humanos y la memoria democrática de nuestra provincia, nos dirigimos a Vd. para exponer lo siguiente:

En la exposición religiosa con motivo del 75 Aniversario de la Cofradía del Cristo Yacente, expuesta en la Iglesia del Fuerte de San Francisco de Guadalajara, que recordemos tiene lugar en un espacio de titularidad municipal que fue cedido por el ayuntamiento al obispado de Sigüenza-Guadalajara por 75 años exclusivamente para “uso religioso”, se exhiben diversos objetos religiosos y hábitos relacionados con la historia de esta cofradía católica que sale durante la celebración de la Semana Santa de Guadalajara.

Entre los objetos mostrados se exhiben varios símbolos de ideología nazi-fascista, como la camisa azul de Falange que usaron los cofrades durante años, que incluye un parche con el águila de la wehrmacht con la esvástica nazi. Aparte se exhiben otros símbolos de la División 250 de la wehrmacht, conocida como “División Azul”. (Ver foto adjunta).

Como asociación de defensa de los derechos humanos, hemos protestado públicamente por lo que consideramos una ofensa pública a las víctimas del nazismo. A través de los medios de comunicación hemos pedido públicamente que dichos símbolos sean retirados.

Dicha cofradía religiosa, que en 1990 ya cambió su nombre de “Hermandad de Caballeros Excombatientes Cruzados” por “Cofradía del Cristo Yacente”, y ante nuestra protesta, ha respondido por medio de su cofrade Mayor, D. Miguel Pradillo que dichos objetos forman “parte de la historia” de dicha cofradía y que “no es apología de nada”.

Consideramos necesario recordar que la llamada División Azul participó en una guerra de agresión en Europa y que sus miembros, junto al resto de soldados del Tercer Reich hicieron un juramento de lealtad a Adolf Hitler y ayudaron a esclavizar a Europa bajo la bota del nazismo, colaborando en crímenes de guerra, como el cerco de la ciudad de Leningrado, en el que murieron por hambre y frío casi un millón de sus habitantes, muchos de ellos cristianos. Recordemos también que 130 guadalajareños fueron deportados a los campos nazis de los cuales murieron 91 y que en el año 2021 fue instalada una placa en su honor en el parque de La Concordia. Nuestra ciudad fue bombardeada por la Legión Condor alemana varias veces causando numerosas víctimas por aviones que llevaban esa misma esvástica.

Los símbolos expuestos, en lo que recordemos, es pretendidamente una exposición religiosa, son simplemente exhibidos sin ningún tipo de aclaración o distanciamiento moral sobre su significado. Tan sólo se describe lo que es cada objeto en cada caso.  

Desde el Foro por la Memoria compartímos la idea de que efectivamente, dichos símbolos son parte de la historia, pero exhibirlos sin contextualizarsin ningún tipo de aclaraciónsin ningún descargo de responsabilidadessin ningún distanciamiento ideológico ni moral, representa una afrenta a las víctimas del nazismo y se puede interpretar sencillamente como apología. Necesitamos saber si esta Cofradía comparte los valores que representan esos símbolos, y se sienten orgullosos de la afrenta que representan para muchas personas con sensibilidad democrática. No se incorpora a la exposición ningún tipo de reflexión moral por parte de la cofradía sobre ese pasado y el sufrimiento causado por el nazismo. Queremos llamar la atención del obispado sobre esta grave contradicción.
Creemos sinceramente que esconderse tras unas muy respetables creencias religiosas o una tradición no es excusa para despreciar los valores democráticos. 

A los fieles que con ilusión exhiben estas imágenes de su pasado, les solicitamos que muestren un gesto de piedad y buena voluntad y los dejen de exhibir, o al menos no lo hagan sin ningún tipo de cartel explicativo, sin ningún distanciamiento moral ni ideológico de lo que representan esos símbolos de los criminales de la segunda guerra mundial. Una esvástica como la mostrada impúdicamente, es en nuestro contexto democrático, totalmente inaceptable, sin ni siquiera una explicación que le acompañe, más allá de decir que es “el uniforme que usaban los cofrades”.
No se puede aducir ignorancia, pues sólo es un gesto de desprecio a los 130 guadalajareños que murieron en los campos nazis de Gusen y Mauthausen por su compromiso con las libertades.

Por otra parte, la cruz de Malta que figura en el estandarte exhibido, y que era el símbolo de la División 250 (División Azul), no era exhibida como un símbolo cristiano por el ejército del tercer Reich. Como no era el Dios cristiano el que figuraba escrito en las hebillas de sus cinturones, “Gott mit uns”. (Dios con nosotros). Para los guadalajareños muertos en la deportación nazi, esa cruz nunca fue la cruz del perdón, nunca puede simbolizar los valores cristianos de paz y salvación, sino que es el símbolo de tortura de los romanos, la cruz de Espartaco.

Consideramos importante no confundir la cruz del nacionalcatolicismo con la del cristianismo. Para miles de demócratas, esa cruz en concreto que figura en el escudo de la División Azul, nunca será un símbolo de redención sino un símbolo de esclavitud de millones de hombres, mujeres y niños. Y la iglesia católica de todo el mundo, así lo ha reconocido en todo el mundo. Algo opuesto y contradictorio con las creencias religiosas,

Le agradecemos su atención y esperamos que pida a la Cofradía que retire esos símbolos, especialmente la esvástica, o al menos se haga acompañada de una correspondiente explicación que aleje a la Cofradía de la ideología criminal que representa.

Por último, opinamos que el ayuntamiento de Guadalajara, titular del inmueble, debería velar por el cumplimiento del convenio de cesión del espacio, que es para fines religiosos y no para apología del nazi-fascismo.

Enviamos copia de este comunicado a los señores embajadores de Israel y Alemania, para pedirles que soliciten oficialmente que los emblemas del ejército nazi que figuran en la cofradía sean retirados.

Sin más, se despide con un afectuoso saludo:

Xulio García Bilbao
Portavoz del Foro por la Memoria de Guadalajara
foroporlamemoriaguadalajara@gmail.com

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In einer katholischen Religionsausstellung in Guadalajara (Spanien) sind einige Symbole der Nazi-Ideologie wie das Hakenkreuz deutlich zu sehen. Diese Symbole sind eine Beleidigung für die Opfer des Nationalsozialismus. In meiner Stadt gibt es 129 Opfer des Nationalsozialismus, die in den Lagern Mauthausen und Gusen ermordet wurden. Diese Symbole werden ohne Begründung, ohne Distanzierung oder ideologische Klärung präsentiert und wir verstehen sie als Apologie des Nationalsozialismus. Wir bitten Sie, diese Nachricht zu verbreiten, Wir bitten den katholischen Bischof, diese Symbole zu entfernen.

בתערוכה דתית קתולית בגוודלחרה (ספרד) מוצגים בבירור כמה סמלים של האידיאולוגיה הנאצית כמו צלב הקרס. סמלים אלו הם עלבון לקורבנות הנציונל-סוציאליזם. בעיר שלי יש 129 קורבנות של הנאציזם, שנרצחו במחנות מאוטהאוזן וגוזן. סמלים אלו מוצגים ללא כל הצדקה, ללא התרחקות או כל הבהרה אידיאולוגית ואנו רואים בהם התנצלות על הנציונל-סוציאליזם. אנו מבקשים מכם להפיץ את הבשורה הזו,

אנו מבקשים מהבישוף הקתולי להסיר את הסמלים הללו.



ULTRAJE A VÍCTIMAS DEL NAZISMO EN UNA EXPOSICIÓN DE GUADALAJARA

Guadalajara, 24-11-2023

Desde Izquierda unida de Guadalajara y el Foro por la Memoria denunciamos un ultraje a las víctimas del nazismo en una exposición presuntamente religiosa.

En la exposición del 75 Aniversario de la Cofradía del Cristo Yacente, expuesta en la Iglesia del Fuerte de San Francisco, que recordemos es un espacio de titularidad municipal, que fue cedido por el ayuntamiento al obispado de Sigüenza-Guadalajara por 75 años para “uso religioso”, se exhiben diversos objetos religiosos y hábitos relacionados con la historia de esta cofradía religiosa de Guadalajara.

Entre los objetos mostrados se exhiben impúdicamente varios símbolos de ideología nazi-fascista, como la camisa azul de Falange que usaron los cofrades durante años, que incluye un parche con el águila de la wehrmacht con la esvástica nazi. Aparte se exhiben otros símbolos de la División 250 de la wehrmacht, conocida como “División Azul”.

Pedimos a esta cofradía religiosa, que en 1990 ya cambió su nombre de “Hermandad de Caballeros Excombatientes Cruzados” por “Cofradía del Cristo Yacente”, que retire esta simbología nazi-fascista, petición que hacemos extensiva al obispado de Sigüenza-Guadalajara por considerar la exhibición de estos símbolos como una afrenta a las víctimas del nazismo.

Es necesario recordar que la División Azul participó en una guerra de agresión en Europa y que junto al resto de soldados nazis hicieron un juramento de lealtad a Adolfo Hitler y ayudaron a esclavizar a Europa bajo la bota del nazismo, colaborando en crímenes de guerra. Recordemos también que 120 guadalajareños fueron deportados a los campos nazis de los cuales murieron 90 y que en el año 2021 fue instalada una placa en su honor en el parque de La Concordia.

Opinamos que el ayuntamiento de Guadalajara, titular del inmueble, debe velar por el cumplimiento del convenio de cesión del espacio, que es para fines religiosos y no para apología del nazi-fascismo.

El hermano mayor de la cofradía, Miguel Pradillo, dice que esos símbolos son “son parte de la historia de la cofradía”.

Desde el Foro por la Memoria respondemos que efectivamente, son parte de la historia, pero exhibirlos sin contextualizar, sin ningún tipo de aclaración, sin ningún descargo de responsabilidades, sin ningún distanciamiento ideológico ni moral , representa una afrenta a las víctimas del nazismo. Queremos saber si esta Cofradía comparte los valores que representan esos símbolos, y se sienten orgullosos de esa afrenta.

Nosotros no queremos que se borre la historia, al contrario , queremos que se sepa y conozcan los crímenes cometidos por el nazismo, y por eso no entendemos que esa cofradía los exhiba orgullosamente. Exhibirlos sin distanciamiento ideológico ni aclaración de ningún tipo es apología. No se incorpora en la exposición ningún tipo de reflexión moral por parte de la cofradía sobre ese pasado y el sufrimiento causado por el nazismo
Queremos llamar la atención del obispado sobre esta grave contradicción.


Durante décadas, las familias no tuvieron acceso al patio del cementerio civil, cuya puerta permanecía cerrada 364 dias al año. Foto: Nacho Izquierdo

Una ruta por la memoria en el cementerio

Henares al Día. Por Gloria Magro -31 octubre 202

Con motivo de la festividad de Todos los Santos, la visita nocturna de fantasmas y leyendas al cementerio de Guadalajara es una ruta que tiene una gran acogida. Fuera de estas fechas, el cementerio no suele formar parte de la oferta turística de la ciudad aunque su recorrido se puede solicitar a demanda a los guías locales. Sin embargo, y aunque no cuente entre los programas turísticos o históricos, los episodios de la Guerra Civil y la posguerra en Guadalajara se pueden conocer también a través de las lápidas, monumentos funerarios y fosas comunes.

La historia reciente de España está escrita entre los muros de cementerios como el de Guadalajara. Fechas, sucesos, episodios atroces, indiscutibles e incontestables están no solo en los libros y en los archivos sino también grabados en las lápidas, sepultados bajo tierra, muchas veces en un intento por ocultarlos y sustraerlos a la memoria.
A través de los ojos expertos del documentalista Xulio García Bilbao es posible atravesar la profusión de tumbas y pasillos que aparecen una vez traspasada la puerta principal del cementerio de Guadalajara y descubrir esos testigos mudos de nuestro pasado más inmediato.

Tras el primer patio, el más noble, García Bilbao dirige la atención el monumento de la Hermandad de los Caídos (por Dios y por España) erigido en 1941, nada más acabar la Guerra Civil, con la colaboración económica del Ayuntamiento y la Diputación de Guadalajara. García Bilbao, responsable del Foro por la Memoria de Guadalajara, explica que el amplio memoria en mármol contiene los cuerpos de fusilados por tribunales republicanos, soldados caídos en el frente y también de los 302 asesinados en la cárcel de Guadalajara tras el bombardeo de la ciudad por tropas franquistas el 6 de diciembre de 1936. Sus familias, indica éste experto, en muchos casos se beneficiaron posteriormente de las prebendas que el régimen repartía entre los herederos de sus adeptos fallecidos en la contienda.Fueron desenterrados a cargo del Estado en verano de 1940, trasladados a ese espacio y una parte de ellos identificados con los medios de la época y entregados a sus familiares. Varios reposan en la sepulturas que rodean al monumento, terminado en 1941.

Plano del cementerio de Guadalajara en 1943. Marcadas en rojo, las fosas comunes de la represión franquista. Archivo Mpal de Guadalajara

Los restos depositados bajo el mármol ocupan un lugar preferente en el camposanto de Guadalajara desde hace más de ochenta años, bien visibles y cerca de otros fallecidos ilustres, como los militares de la antigua Academia Militar, los recintos de las monjas de distintas órdenes religiosas y los panteones de familias de renombre que componen una ruta distinguida en el pasillo principal del cementerio, con el encanto decimonónico de las tumbas arañadas por el paso del tiempo. Sin embargo, hay una ruta alternativa que cuenta una historia distinta y menos visible; una historia de sufrimiento y represión que está ahí pero que resulta más difícil de visualizar.

A escasos metros del memorial de la Hermandad, en una sepultura de la época, señorial pero sin nombre, se encuentra Antonio Cañadas, fusilado en julio de 1939. Su delito, ser alcalde de Guadalajara democráticamente elegido, de Izquierda Republicana, y también gobernador civil de la provincia. Su historia es a día de hoy tan anónima como su tumba.

Tras su condena y fusilamiento, la familia de Antonio Cañadas fue multada y desposeída de sus pertenencias. Aun así, pudieron hacerse cargo del cuerpo y pagar una sepultura individual y digna de Categoría 1, algo fuera del alcance de las familias de otras víctimas en su misma situación. Su hija, Emilia Cañadas Dombriz (95 años) es aún hoy, en 2023, ante la ley la hija de un criminal pues la condena a muerte de quien fuera alcalde en dos ocasiones durante la Segunda República no ha sido revocada.

Avanzando por el cementerio de Guadalajara, el responsable del Foro señala donde hay más represaliados del régimen franquista en los primeros meses tras la Guerra Civil, cuyos cuerpos pudieron ser rescatados por sus familias previo pago para después ser modestamente enterrados. Esas tumbas, diseminada, son aún testigo de aquellos años de fusilamientos indiscriminados, aunque para la memoria colectiva estén perdidas pese a que en ningún caso sean enterramientos anónimos.

Los registros del cementerio, los extractos del Tribunal Especial de Ejecuciones, los libros municipales de la época, los de las instituciones que ejecutaron el expolio derivado de la Ley de Responsabilidades Políticas y los procesos de Incautación de Bienes dan nombres y apellidos bajo una única acusación: la adhesión o auxilio a la rebelión, o en otras palabras, la fidelidad al régimen legal imperante, la República española. En esas tumbas hay maestros, guardias civiles, militares, concejales, alcaldes de pueblo y sobre todo, campesinos caídos por la España salida de las urnas en marzo de 1936.

Siguiendo esta particular ruta histórica, los espacios cobran un significado distinto, siempre que se sepa dónde buscar. Hoy resulta difícil identificar la parte civil del cementerio de Guadalajara, apenas diferenciada del resto del recinto a un costado del Patio 4 aunque no siempre fuera así. Uno de los derechos que durante décadas les fue negado a muchas familias fue el de honrar a sus muertos. Bajo la dictadura este espacio permaneció oculto a la vista, cerrado a cal y canto tras un muro interior y al que solo se podía acceder un día al año: el primero de noviembre, Día de Todos los Santos. Era entonces cuando se abría la puerta y se permitía entrar a los familiares. Quienes acudían entonces se arriesgaban a ser vilipendiados, señalados con el dedo como familiares de republicanos represaliados, así que muchas familias optaban por tirar las flores a través de la tapia.

Hasta los años 1970 no se derribó ese muro interior, a instancias de Francisco Borobia, concejal del último ayuntamiento franquista, y los partidos y sindicatos de izquierda empezaron a reivindicar la visibilidad del recinto y de aquellos enterramientos. Un monumento recuerda desde 1979 a las víctimas que yacen en esas fosas comunes. A su alrededor, lápidas colocadas por las familias en estos últimos años y también recientes de quienes reivindican así su compromiso con ese espacio histórico.

El recinto civil cobró relevancia internacional en 2016, cuando los periódicos de todo el mundo se hicieron eco del caso de Ascensión Mendieta, la hija de Timoteo Medieta, un sindicalista represaliado en 1939 y que se vio obligada a recurrir al amparo de la justicia argentina para recuperar los restos de su padre, enterrado en una de las fosas. Las imágenes de aquella octogenaria imbuida de dignidad observando día tras día los trabajos de exhumación pasaron a formar parte del proceso de recuperación de la memoria colectiva que ha vivido España estos últimos años. Y también Guadalajara.

El entonces ayuntamiento popular de Guadalajara pidió a la familia Mendieta la tasa municipal de exhumación, dos mil euros, en un último intento por entorpecer su derecho a recuperar los restos.

En varias de las fosas del recinto civil la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica ha llevado a cabo en los últimos años trabajos de exhumación. Los últimos esta pasada primavera, cuando se localizaron los restos de Domingo Écija Buendía, un jornalero de Sacedón afiliado a UGT y fusilado hace 83 años tras el final de la guerra.

A pesar de la Ley de Memoria Democrática son entidades privadas las que sacan los restos, se hacen cargo de ellos y llevan a cabo las exhumaciones. Los que se han extraído hasta ahora han sido devueltos a los suyos una vez identificados, a excepción de 22 cuerpos cuyas familias no fueron localizadas o que directamente no quisieron hacerse cargo. Su sepultura, en octubre de 2021, corrió a cargo del Ayuntamiento de Guadalajara en una ceremonia solemne en presencia del entonces alcalde, el socialista Alberto Rojo.

Sus nombres se pueden leer desde entonces en un panteón ubicado en ese recinto.
Bastante más abajo, al final del Patio 4 y sobre la fosa común del cementerio, se erige desde 2021 un memorial en mármol con los nombres de las 977 personas cuyos restos ya no pueden ser recuperados. Tras años de desidia y olvido institucional consciente, la fosa se había convertido en un vertedero donde iban a parar los deshechos de las sepulturas pese a que se conocía la existencia de cientos de cuerpos bajo aquel espacio alargado que separa dos de los patios. El ayuntamiento del Partido Popular, en la alcaldía durante tres legislaturas seguidas, llegó a plantear la desaparición de la fosa y su saneamiento para acabar con aquel basurero, algo que no llegó a suceder.

Una vez la zona fue finalmente adecentada y ajardinada, las familias de los represaliados depositaban flores y placas, en muchos casos después de que las pesquisas de la asociación Foro por la Memoria les hubieran conducido hasta allí en la larga búsqueda de sus familiares desaparecidos.

Acabada esa etapa municipal, en noviembre de 2021, el nuevo ejecutivo del partido socialista levantó un memorial de más de cuarenta metros de largo en mármol con los nombres en relieve de los casi mil sepultados de cuyos nombres se tiene constancia, 822 de los cuales fueron asesinadas allí mismo, según Xulio García Bilbao.

Con este acto de reparación “saldamos una deuda histórica, y no lo hacemos desde el rencor, sino desde el respeto a quienes fueron asesinados durante la dictadura franquista”, decía entonces en palabras del entonces alcalde de Guadalajara, el socialista Alberto Rojo al inaugurar el memorial sobre la fosa común: “Hoy es un día para el recuerdo; un día para acabar con una deuda histórica con las víctimas de la dictadura franquista en nuestra ciudad, en el conjunto de la provincia, y como este gesto es universal, en el conjunto del país”.

Bajo ese mármol también hay cuerpos irrecuperables procedentes del Hospital Militar, como en el de Emeterio Sanzo Urbón. Este soldado guipuzcoano hizo el número 977 de los localizados, el último en ser incluido en el listado. La suya es una historia que se repite por toda España, la de una familia que después de más de ochenta años pudo por fin cerrar un capítulo que permanecía inconcluso desde la Guerra Civil.

La memoria de la guerra en mi familia, es una historia que se cuenta en silencio, el silencio de no poder hablar, el silencio guardado debido al miedo y la represión impuesta y padecida”, explica Gotzon Sanzo, su sobrino. Tres de los hermanos de su padre se alistaron en distintos batallones y sindicatos vascos al inicio de la contienda, pero sólo uno volvió después de la guerra, muy enfermo tras caer prisionero y ser obligado a realizar trabajos forzados. De los otros dos se perdió el rastro en la guerra. Tras la muerte del padre y el descubrimiento de sus memorias, donde expresaba el pesar familiar por la ausencia de sus hermanos y el desconocimiento de su paradero, la familia comenzó la búsqueda. Con ayuda de Xulio y Pedro García Bilbao, Sanzo consiguió localizar a su tío Emeterio en la fosa común de Guadalajara.

La causa de la muerte escrita por sus captores fue “endocarditis y [h]emiplejía” (sic), uno de tantos eufemismos usados por los franquistas para camuflar las terribles condiciones a que eran sometidos estos presos, llevados hasta el agotamiento. Emeterio tenía 26 años”, se puede leer en la web del Foro por la Memoria. La suya no fue una muerte anónima, estaba perfectamente registrada y sin embargo, nadie se ocupó de hacerlo llegar formalmente a la familia.

El régimen franquista condenaba así doblemente a sus opositores: primero con la muerte y después con la desazón del desconocimiento. Mientras en la posguerra se abrieron las fosas y cunetas en busca de los caídos de un bando, al resto se le condenó al olvido. Cementerios como el de Guadalajara son testigos fidedignos de aquello.

En mayo de 2021 y en presencia de su sobrino y de un txistulari, a Emeterio Sanzo Urbón se le hizo un homenaje póstumo a pie de fosa “por su entrega y su lucha por la libertad y la democracia”. La familia colocó entonces una placa individual y tiempo después, una vez erigido el memorial, solicitaron al ayuntamiento de Guadalajara su inscripción en el monumento. Los Sanzo siguen buscando a su hermano, aún desparecido.

Como cada primero de noviembre, muchas familias se acercarán al cementerio a honrar a los suyos y en el recinto del cementerio civil y ante el memorial sobre la fosa común los partidos y sindicatos de izquierdas organizarán el tradicional homenaje a los caídos por la República y en la represión tras la Guerra Civil.

El acto debería de ser institucional, al igual que lo es en el resto de Europa donde todos los gobiernos sin importar su signo político conmemoran cada año la victoria contra el fascismo. En España, sin embargo, parece que ese homenaje solo cae de una parte de la historia. No obstante, la verdad y la memoria permanecen vivas en el cementerio de Guadalajara, solo hay que saber leerlas.

Fuente: https://henaresaldia.com/una-ruta-por-la-memoria-en-el-cementerio/


Una historia del cementerio. La memoria silenciada de los hermanos Sanzo Urbón

El Decano. por Gloria Magro.- 01/11/2023.- Como cada primero de noviembre, Día de Todos los Santos, los familiares de los represaliados republicanos tras la Guerra Civil y prisioneros fallecidos en el Hospital Militar de Guadalajara, junto con partidos políticos de izquierda y sindicatos, acudirán a homenajear a los caídos en defensa de la República española, la legalidad vigente en España hasta 1939.

Al final del patio 4 del cementerio de Guadalajara, sobre la fosa común, se erige desde 2021 un memorial en mármol con los nombres de los 977 maestros, concejales, campesinos y militares cuyos restos ya no pueden ser recuperados pero que los registros oficiales sitúan allí. 

En un principio, eran 976 los cuerpos que la documentación aportada por el Foro por la Memoria de Guadalajara ubicaba allí. Un soldado guipuzcoano fallecido en el Hospital Militar de Guadalajara en 1940 y añadido con posterioridad a petición de la familia haría el número 977. Su nombre, Emeterio Sanzo Urbón, y su lugar de origen, Basain, está escrito en el mármol desde entonces.

“Quiero narrar parte de la historia de mi familia, narrar las vicisitudes de una familia obrera en el periodo de la Guerra Civil y la represión franquista; el sufrimiento de personas sencillas, de ausencias y de palabras sin cerrar. La búsqueda de mis tíos desaparecidos durante la Guerra Civil, porque el olvido es precisamente eso, ausencia de todo”, explica Gotzon Sanzo, sobrino de aquel soldado cuyos pasos se perdieron en la Guerra Civil y que ha puesto por escrito la historia familiar. Su objetivo, “dar voz a los que ya no la tienen. Homenaje, paz y reposo para buscadores y buscados. Pese a las dificultades para llevar a cabo la búsqueda de los restos de mis tíos fallecidos, recuperar la memoria de la familia, de un dolor instalado”.

Jesús, Manuel y Mariano Sanzo Urbón eran los hijos de un ferroviario que al principio de la guerra se alistaron voluntarios en batallones republicanos combatiendo por todo el frente norte, como se puede leer en la web del Foro por la Memoria de Guadalajara. Su periplo como soldados fue en un principio conocido por la familia hasta que dos de ellos desaparecieron sin dejar rastro.

El tercero de los hermanos, Manuel, combatiente con la UGT, fue detenido en Santander y obligado a unirse a un Batallón Disciplinario de Soldados Trabajadores, donde trabajó como forzado en carreteras y fortificaciones en el Pirineo. “Regresó a casa al cabo de los años gravemente enfermo por las condiciones de esclavitud que tuvo que soportar. Como consecuencia, padeció continuos problemas de salud hasta su fallecimiento en 1965”, explica su sobrino. De los otros dos hermanos nada más se supo.

Tras la muerte del padre en 2018, la familia encontró sus escritos, donde se reflejaba el trauma familiar por la ausencia de los dos hermanos desaparecidos. “En dichas memorias relata las penurias que tuvieron que pasar tras la guerra. Ahí supimos que tres de sus hermanos fueron a la guerra y solo uno regresó al cabo de muchos años. Los otros dos desaparecieron, sin que se supiera cuándo y dónde.  Mi padre, consciente de que no le quedaba mucho tiempo de vida, reflejó su pena por morir sin saber dónde estarían sus hermanos Manuel y Emeterio”, cuenta Gotzón Sanzo.

Comienza la búsqueda

Los Sanzo empezaron entonces una búsqueda que concluyó parcialmente tres años después, en 2021, de la mano del Foro por la Memoria de Guadalajara y a cientos de kilómetros del lugar de origen de la localidad guipuzcoana de donde partieron los hermanos: en la fosa del cementerio de Guadalajara, un espacio entonces recientemente ajardinado. El Ayuntamiento del Partido Popular había renunciado a su plan inicial de hacerlo desaparecer bajo el pretexto de sanear lo que consideraban era poco más que una escombrera pese a saberse que se asentaba sobre cientos de cuerpos entonces sin identificar. De haber conseguido su objetivo, el rastro de esas vidas y de ese lugar se hubiera perdido para siempre, pese a que los nombres de quienes allí yacen siempre estuvieron escritos en los registros del cementerio.

Allí encontraron a Emeterio, Xulio y Pedro García Bilbao, investigadores y responsables del Foro por la Memoria de Guadalajara. “La causa de la muerte escrita por sus captores fue endocarditis y [h]emiplejía (sic), uno de tantos eufemismos usados por los franquistas para camuflar las terribles condiciones a que eran sometidos estos presos, llevados hasta el agotamiento. Emeterio tenía 26 años”, explicaban en su día.

El 23 de mayo de 2021 sus sobrinos, Gotzón y Juanma Gotzón  Ollakarizketa, se desplazaron desde Guipuzcoa para asistir a pie de fosa al homenaje que se realizó en memoria de los hermanos Sanzo Urbón. Con la asistencia del presidente de la Asociación por la Memoria de Madrid, que consideró que “debía estar presente ya que era el primer homenaje a un vasco enterrado en fosa común”, y de un  txistulari, se interpretaron himnos vascos y se descubrió una placa. En el acto se usaron los símbolos que representaban tanto los batallones a los que pertenecían los hermanos -en cumplimiento de la resolución de la ONU que así lo establece- como la legalidad republicana vigente en el momento de su desaparición. El Foro por la Memoria hizo entrega a los familiares del diploma honorífico en el que simbólicamente en nombre de la República española se reconocía la lealtad de los combatientes.

A la fosa común cubierta de hierbín verde se le ha bautizado como el ‘Jardín de la Memoria’, es donde se permite colocar las placas. En ese acto, en medio de la emoción, Gotzon Sanzo manifestó que “recuperar un familiar es volver a tener una dignidad, es una conquista a un poder que se estableció por la fuerza, es darle una sepultura digna para que su nombre no se pierda en el anonimato”. El acto les reconfortó, “la pena que nuestro aita falleció sin saber nada de ellos”, recogía en aquellas fechas El Diario Vasco. La noticia apareció también en varios medios de comunicación nacionales.

“Tras cuatro años de investigación por archivos particulares, militares, históricos y asociaciones memoristas, hoy conocemos parte de la historia silenciada de nuestra familia, a falta de saber dónde se encuentra enterrado uno de sus hermanos, Manuel”, afirma Gotzon Sanzo.

Las familias de las víctimas republicanas de la Guerra Civil  y de la represión posterior fueron doblemente castigadas. Primero, con el oprobio público por su filiación política y, después, con el silencio y la desaparición de los suyos pese a que en muchos casos su muerte había quedado registrada en las actas de los tribunales militares, en los libros de los cementerios o en los registros civiles de los ayuntamientos.

En noviembre de 2021, varios meses después del homenaje a los hermanos Sanzo Urbón, el ayuntamiento socialista de Guadalajara, en cumplimiento de uno de sus compromisos electorales, levantó sobre la fosa común del cementerio un memorial en mármol con los nombres de los 977 cuerpos que se hayan en la fosa. En ese espacio ocupa su lugar el último enterrado allí en ser identificado, Emeterio Sanzo Urbón.

A varios cientos de kilómetros de Guadalajara, los suyos cerraron así un capítulo inconcluso durante décadas de su historia familiar, aunque no pierden la esperanza de encontrar al hermano que les falta, más de ochenta años después. “Sigo investigando y buscando pese a los problemas y trabas que ponen las instituciones y gobiernos. Ya no son unos desaparecidos. Aunque no sabemos dónde fue enterrado Manuel, no perdemos la esperanza de encontrar su cuerpo y reponer su memoria y su dignidad”, explica Gotzón Sanzo, que sabe que por toda España hay muchas familias que, como la suya, siguen a día de hoy buscando a sus familiares desaparecidos. Muertos que nunca fueron anónimos pero cuyas huellas se intentó ocultar y hacer desaparecer.

Por Gloria Magro
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