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Evelio Sánchez-Largo: “La represión franquista fue criminal”
Entrevista a este líder obrero, aficando en Guadalajara, para que nos relate su experiencia. Durante la dictadura fue detenido 22 veces y llegó a ser torturado por «Billy el Niño».

Una imagen  histórica de Evelio Sánchez-Largo.

Una imagen histórica de Evelio Sánchez-Largo.

Está en la ochentena. Sin embargo, rebosa vitalidad. Es testimonio directo de la historia reciente de España. Llegó a conocer a Marcelino Camacho, con quien fundó la Comisión Obrera del Metal de Madrid, una de las primeras del país. Evelio Sánchez-Largo mantuvo con él contactos sindicales y políticos, debido a su doble militancia en el PCE y en CC.OO. De hecho, su compromiso le llevó a estar 22 veces detenido durante la dictadura. Incluso, fue torturado por «Billy el Niño», uno de los peores componentes de la policía franquista. Dclm.es ha querido hablar con Sánchez-Largo para que nos relate su experiencia. Todo un lujo.

Evelio, ¿por qué decidió tomar la militancia comunista?

Mi vida, desde niño, ha sido muy agitada como consecuencia de mis circunstancias familiares. Mi padre estuvo en la cárcel, por lo que mi madre y yo tuvimos que sufrir penurias para salir adelante. Por tanto, cuando tuve uso de razón fui consciente de que el régimen franquista nos estaba perjudicando muy seriamente.

Así, cuando comencé a trabajar observé la explotación que existía hacia los asalariados. Ante esto, decidí integrarme en el Partido Comunista, que era la única organización que existía para defender los intereses de la clase proletaria. Me afilié con el fin de mejorar la situación general de los obreros, entre los que yo me encontraba…

¿Cuándo comenzó su implicación política?

Tomé la militancia en la clandestinidad, en 1960, durante la dictadura de Franco. En ese momento yo estaba trabajando en la metalurgia, en la empresa Barreiros, domiciliada en Madrid. Allí estuve durante seis años, destacando en la defensa de los compañeros. Como consecuencia, decidieron despedirme porque –según Eduardo Barreiro, dueño de la compañía– yo era una persona incómoda, un agitador que perjudicaba sus intereses…

Durante este periodo, y hasta la muerte de Franco, ¿cómo fue su pelea en contra de la dictadura?

Seguí participando en las luchas obreras. De hecho, me incluyeron en una lista negra que diseñó el franquismo para que no nos dieran trabajo a los que éramos de izquierda. Por tanto, allí donde solicitábamos ocupación, nos rechazaban. Y así sucesivamente hasta 1975… A pesar de esta situación, no dejé de participar en diferentes manifestaciones. Llegamos a organizar el movimiento obrero a todos los niveles. Queríamos defender nuestros derechos.

¿Qué recuerdos mantiene de la creación de CCOO?

Junto a otros compañeros, como Marcelino Camacho o Julián Ariza, formé parte de una Comisión en Madrid. Y ante el desarrollo que estaba teniendo el movimiento obrero en España, decidimos legalizarla. Firmamos un documento y lo presentamos en el Registro. A las pocas horas, y como resultado de esta acción, todos los signatarios fuimos detenidos.

Éramos conscientes de que aquello podía pasar, pero queríamos que la lucha de los trabajadores se regularizara para, de esta forma, poder luchar contra el sistema y –también– contra el sindicato vertical, que era opresor y no favorecía los intereses de los asalariados. Por tanto, teníamos que crear una organización de clase para defender nuestros intereses.

Y esta Comisión, ¿tuvo buena acogida entre los trabajadores?

Fue apoteósica, porque el movimiento obrero ya existía. Lo que necesitaba era una entidad que estructurara y canalizara las demandas que se venían produciendo. Es cierto que existía el sindicato vertical, pero no nos representaba. Por tanto, cuando apareció esta Comisión, tuvo muy buena acogida.

Ha comentado que sufrió varias veces la represión franquista. ¿Llegó a pasar por la Dirección General de Seguridad de la dictadura?

Estuve detenido 22 veces. En algunos casos me soltaban a las pocas horas. Pero, en otros, permanecí apresado mucho más tiempo. Incluso, en dos ocasiones estuve 19 días incomunicado, torturado y maltratado, como la mayoría de la gente que pasaba por allí…

Además, fui procesado por propaganda ilegal. Me pedían seis meses de prisión, pero no entré en la cárcel porque era la primera vez que me encausaban. Sin embargo, el resto de las ocasiones sufrí reclusiones preventivas en Carabanchel, junto a Marcelino Camacho, Julián Ariza, Peinado… Es decir, con todos los dirigentes del movimiento obrero de la época.

¿Cómo calificaría usted la persecución franquista?

Se trataba de una represión criminal. Había un grupo de matones, encabezados por Saturnino Yagüe, director general de Seguridad, que solamente querían obtener los datos necesarios para desarticular el movimiento obrero. Y para conseguirlos, utilizaban la violencia.

Personalmente, tuve que aguantar torturas, pero no delaté a ningún compañero. Como consecuencia, sufrí mucha coacción. No obstante, me queda la satisfacción de que, al menos, nadie fue a la cárcel por mi culpa. Pero en manos de aquellos torturadores murieron muchas personas, debido a la crueldad de la que fueron víctimas…

Uno de estos represores fue Antonio González Pacheco, conocido como «Billy El Niño». ¿Usted lo llegó a conocer?

Desgraciadamente, sí. Se trataba del niño bonito de la Dirección General de Seguridad. Recuerdo que mientras me agredían los miembros de su destacamento, siempre aparecía él. Y lo hacía bajo el prisma del salvador. Pretendía que yo confiara en su persona y le diera los datos que deseaba. Pero como no era así, terminaba empleando la violencia conmigo. Este personaje era siniestro. Su grupo me torturó durante 19 días seguidos…

En su entorno más próximo, ¿cómo vivieron sus detenciones y persecuciones?

Con muchas dificultades, porque la única persona de izquierdas de mi familia era yo. Y no entendían mi dedicación a la política, sobre todo conociendo las consecuencias a las que me podía enfrentar. Consideraban que muchas veces les abandonaba por mi entrega política y sindical. Pero yo intentaba convencerles de que todo aquello lo hacía también por ellos y por el resto de trabajadores. Al final mi mujer lo entendió. Sufrió mucho por las visitas de la policía a mi casa de madrugada, por los cacheos…

Su compromiso, ¿de dónde le viene? ¿De su familia?

Mi padre no era un hombre político. Acabó en la cárcel por una denuncia en su contra interpuesta por una vecina. La demanda decía que había sido el abanderado de la República cuando este sistema era legal. Y como en la dictadura valía cualquier cosa, le llevaron a prisión.

De esta forma, cuando comencé mi actividad sindical tuve la oposición de mis progenitores. Me mostraban los riesgos que conllevaba esta decisión. Sobre todo, durante el franquismo. Ante esto, yo les respondía: «sé dónde estoy y sé lo que quiero. Por tanto, voy a ir a por ello».

Era consciente del peligro que corría. Me podían despedir del trabajo, detenerme, torturarme e, incluso, matarme… Pero era algo que tenía muy claro. Si no lo realizábamos nosotros, ¿quién lo iba a hacer? Antes se habían comprometido más personas. Y, después, lo harían otras. Mis padres no lo entendieron, pero seguí adelante.

¿Usted cree que el sistema parlamentario actual debería hacer más esfuerzos para recordar lo que supuso la dictadura y su represión?

¡Por supuesto! Hay muchas cosas que se podrían mejorar. No luché lo que luché ni arriesgué lo que arriesgué para conseguir la democracia que tenemos actualmente. Me impliqué para alcanzar algo más, porque –en definitiva– los trabajadores siguen estando explotados. No se ha logrado todo lo que se pretendía cuando yo me incorporé a la lucha obrera.

En cualquier caso, soy consciente de que ha habido dificultades. Durante la clandestinidad decía lo mismo. Y todavía hoy lo mantengo: «es muy complicado conseguir la democracia, pero es más difícil mantenerla». Tenemos al enemigo enfrente, que guerrea mucho, al igual que nosotros. Unos por una causa y, los otros, por otra…

Por Julito Martínez

Fuente: https://www.dclm.es/noticias/143271/evelio-sanchez-largo-la-represion-franquista-fue-criminal

El 17 de noviembre de 2007 se descubría un cuadro en la galería de retratos de la Diputación Provincial de Guadalajara. En un emotivo acto, uno de los presidentes de la institución durante la guerra civil, Gregorio Tobajas Blasco, recibía un merecido homenaje. Con el paño que cubría el lienzo cayó también la sombra que ocultaba su memoria desde que fuera fusilado en 1940 por su adhesión al bando republicano.

Con la voz quebrada por la emoción, su nieto Francisco, agradecía a la institución “el haber permitido que esto se cierre de una vez, ya está donde tiene que estar…”. “No sabia ni como era, ahora se le ven los ojos, está la figura… con verle me siento satisfecho”. Para la presidenta de la Diputación, Mª Antonia Pérez León, fue un día feliz y recordó que su antecesor en el cargo “fue asesinado por defender unos ideales democráticos y constitucionales” con los que fue consecuente hasta el final. Rasgos de un carácter honesto y comprometido que presidieron su corta vida.

 

Una vida intensa

Gregorio Tobajas nació en Sigüenza el 17 de noviembre de 1907 en una familia de cinco hermanos. Pronto comenzó a cursar estudios en el seminario seguntino para ser sacerdote y muy joven, con apenas 22, viaja a Roma para lograr su Doctorado en Teología como atestiguan algunos pases para moverse por el Vaticano que conserva la familia. En su vuelta a España logró cierto reconocimiento en la Diócesis con “la colocación de una placa conmemorativa en la Catedral de Sigüenza con su nombre porque había completado sus estudios de teología en apenas un año cuando la norma eran tres”, recuerda su nieto Francisco Tobajas.

Una vez ordenado sacerdote fue mandado a ejercer su ministerio a Cubillo de la Sierra. En este pequeño pueblo de la provincia conoció las duras condiciones de vida de la España rural: el analfabetismo, la incultura, la miseria generalizada y “pudo compararlas con la riqueza que había visto en el Vaticano o la vida acomodada que había tenido en su infancia seguntina”, conjetura su nieto Francisco Tobajas, “debió decirse: esto no puede ser, hay que hacer que la gente aprenda porque sino esto no funciona, y a ello se dedicó”. En ese tiempo también conoció a Francisca Redondo, la maestra del pueblo, debió de enamorarse y con ella se casó por lo civil al poco tiempo abandonando definitivamente la Iglesia en 1932 y comenzando una activa vida sindicalista y política.

Afiliado a UGT y al PSOE, redactor jefe del diario “Abril”, en enero de 1936 fundaba la Federación de Trabajadores de la Tierra de Guadalajara. Su intenso trabajo recorriendo la provincia y sus cualidades de orador hicieron que rápidamente la Federación contara con 18.000 afiliados alcarreños. Un año más tarde fue elegido secretario nacional del sindicato agrario y diputado provincial, un cargo que compatibilizó con el de Gobernador. El 22 de marzo de 1938 era nombrado presidente de la Diputación, un cargo que desempeñó apenas 11 meses ya que el 23 de febrero del año siguiente la institución buscaba sustituto “por haberse incorporado al Ejército el compañero Gregorio Tobajas que lo desempeñaba”, según consta en la documentación que se conserva.

 

Durante su tiempo como presidente, en plena Guerra Civil, dos fueron sus preocupaciones principales: la gestión del Hospital Civil y el Hogar de la Infancia. Respecto a su interés en mejorar el funcionamiento del primero, queda para la historia el agradecimiento expresado el 12 de mayo de 1938 por el pleno de la Diputación al presidente Tobajas por ceder las 500 pesetas que le correspondían por gastos de representación para la instalación de una clínica para heridos de guerra en el hospital. En cuanto al hogar de la infancia, donde se recogían a niños huérfanos y los hijos de padres que estaban o iban al frente, procuró hacer “un lugar para alejarlos de la guerra para que no vieran las barbaridades que se estaban cometiendo”, en palabras de su nieto.

Al finalizar la guerra civil Gregorio Tobajas, como tantos otros republicanos, intenta salir de España pero es apresado en Alicante y recluido en la prisión del Castillo de Santa Bárbara en mayo de 1939. A finales de junio o primeros de julio de ese año fue trasladado, junto con 40 presos, a la prisión militar de Guadalajara. Durante su estancia en ella empleó su tiempo en enseñar a los presos a leer. Según el testimonio de un compañero de celda “todo su interés era que aprendieran a leer para que no los engañaran”. De aquella época queda también un puñado de cartas enviadas a sus familiares y que sugieren “viendo como su letra va perdiendo firmeza, que estaba enfermo y quizá había sufrido torturas”. También una recomendación a su mujer: impedir como fuera que sus hijos Francisco y Aída, a la que obligaron a cambiar el nombre por el de Ana porque el primero “sonaba mal”, se acercaran a la política.

Finalmente en enero de 1940 la Auditoría de la Guerra de Guadalajara le juzgaba y condenaba por adhesión al Frente Popular y por, según recoge la sentencia, “participar en actos políticos en los que se incitaba al asesinato”. Durante este tiempo su mujer se movió entre la gente a la que Gregorio había ayudado mientras Guadalajara fue republicana y destacados nombres del bando vencedor como Enrique Fluiters enviaron cartas en su defensa que, finalmente, de nada sirvieron. Antes de ejecutarle, le ofrecieron conmutar la pena si renegaba de su mujer y sus hijos y volvía a ser cura algo a lo que se negó. “Lo tenía tan claro que dio la vida por lo que pensaba, lo llevó hasta las últimas consecuencias. Tenía claro que lo único que él había hecho fue intentar ayudar a la gente que prescindió de abogado defensor en el proceso y se defendió el mismo”, apunta su nieto. El 3 de mayo de 1940 Gregorio Tobajas Blasco era fusilado en el cementerio de Guadalajara y enterrado allí mismo en un ataúd que costó 60 pesetas. Tenía 32 años.

 

Muerte y olvido

Una carpeta con algunos recortes de prensa, varias cartas, papeles de cuando estuvo en la carcel y cinco fotos es todo lo que conserva la familia de Gregorio. Tras su muerte se intentó borrar su figura de una manera sistemática: su nombre desapareció de los anales y actas de la propia Diputación, de hecho alguna que ha sobrevivido lo ha hecho por estar traspapelada, se destruyeron las fotografías que había y cualquier referencia a su paso por la institución. También la placa instalada en la Catedral había desaparecido hace tiempo y su nombre y figura fueron ejemplo “de lo que no había que ser” resume Francisco.

Su familia también sufrió represalias. “Mi abuela” recuerda el nieto, “llegó a ser como una apestada, en las tiendas la despachaban la última, le impidieron ejercer de maestra y no pudo hacerlo hasta que murió Franco y acabó la dictadura”. “También a mi padre, y esto lo he conocido hace poco porque él nunca dijo nada, le cerraron las puertas. Con 17 años hizo unas oposiciones para trabajar en un banco y, a pesar de que él creía que las había hecho bien, no le llamaban para trabajar así que fue con mi madre a ver que había pasado y el director los recibió y les dijo “no solo está aprobado sino que es el número uno con gran diferencia sobre los demás, pero hay clientes que han dicho que si Tobajas entra a trabajar aquí retiran el dinero. Así que estuvo toda la vida de dependiente en Robisco”.

Cuadro con la imagen de Gregorio Tobajs que ha sido colocado en la Diputación junto a los demás presidentes de la institución.

Cuadro con la imagen de Gregorio Tobajas que ha sido colocado en la Diputación junto a los demás presidentes de la institución.

 

Figura recuperada

Hace años la Diputación editó un libro en el que se reproducían retratos de todos los presidentes menos de Gregorio Tobajas, “entonces me dije que ya era hora de devolverlo a su sitio, porque yo sabía que mi abuelo había sido presidente pero que habían querido eliminar cualquier recuerdo suyo”, dice Francisco.

Tras unos años de espera, “se ha hecho el reconocimiento que debía tener que no es ni más ni menos que ocupar el lugar que le corresponde como presidente de la Diputación y aparezca en los archivos en los que ha de estar” y añade “con este homenaje no se abre ninguna herida, en todo caso se cierra”. Parece que pronto se le tributará otro en su ciudad natal, Sigüenza, concediendo su nombre a una calle. Para la familia, lo único que queda, “es revisar la sentencia por la que le fusilaron para eliminar el ‘si condenado’ y ya no queremos nada más”.

Actos de desagravio para un alcarreño “que hizo lo que pensó que había que hacer, que tenía unos ideales y luchó por ellos y al que las cosas le salieron así”, según su nieto; “cuya actuación fue ejemplar y del que debemos sentirnos orgullosos todos”, en palabras de la presidenta de la Diputación y que había pasado 70 años en un oscuro rincón de nuestra historia que ahora empieza a ver la luz.

 

http://elafilador.net/2009/12/gregorio_tobajas_blasco

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