Quienes eran: Gregorio Tobajas Blasco (Fusilado el 03/05/1940)
El 17 de noviembre de 2007 se descubría un cuadro en la galería de retratos de la Diputación Provincial de Guadalajara. En un emotivo acto, uno de los presidentes de la institución durante la guerra civil, Gregorio Tobajas Blasco, recibía un merecido homenaje. Con el paño que cubría el lienzo cayó también la sombra que ocultaba su memoria desde que fuera fusilado en 1940 por su adhesión al bando republicano.
Con la voz quebrada por la emoción, su nieto Francisco, agradecía a la institución “el haber permitido que esto se cierre de una vez, ya está donde tiene que estar…”. “No sabia ni como era, ahora se le ven los ojos, está la figura… con verle me siento satisfecho”. Para la presidenta de la Diputación, Mª Antonia Pérez León, fue un día feliz y recordó que su antecesor en el cargo “fue asesinado por defender unos ideales democráticos y constitucionales” con los que fue consecuente hasta el final. Rasgos de un carácter honesto y comprometido que presidieron su corta vida.
Gregorio Tobajas nació en Sigüenza el 17 de noviembre de 1907 en una familia de cinco hermanos. Pronto comenzó a cursar estudios en el seminario seguntino para ser sacerdote y muy joven, con apenas 22, viaja a Roma para lograr su Doctorado en Teología como atestiguan algunos pases para moverse por el Vaticano que conserva la familia. En su vuelta a España logró cierto reconocimiento en la Diócesis con “la colocación de una placa conmemorativa en la Catedral de Sigüenza con su nombre porque había completado sus estudios de teología en apenas un año cuando la norma eran tres”, recuerda su nieto Francisco Tobajas.
Una vez ordenado sacerdote fue mandado a ejercer su ministerio a Cubillo de la Sierra. En este pequeño pueblo de la provincia conoció las duras condiciones de vida de la España rural: el analfabetismo, la incultura, la miseria generalizada y “pudo compararlas con la riqueza que había visto en el Vaticano o la vida acomodada que había tenido en su infancia seguntina”, conjetura su nieto Francisco Tobajas, “debió decirse: esto no puede ser, hay que hacer que la gente aprenda porque sino esto no funciona, y a ello se dedicó”. En ese tiempo también conoció a Francisca Redondo, la maestra del pueblo, debió de enamorarse y con ella se casó por lo civil al poco tiempo abandonando definitivamente la Iglesia en 1932 y comenzando una activa vida sindicalista y política.
Afiliado a UGT y al PSOE, redactor jefe del diario “Abril”, en enero de 1936 fundaba la Federación de Trabajadores de la Tierra de Guadalajara. Su intenso trabajo recorriendo la provincia y sus cualidades de orador hicieron que rápidamente la Federación contara con 18.000 afiliados alcarreños. Un año más tarde fue elegido secretario nacional del sindicato agrario y diputado provincial, un cargo que compatibilizó con el de Gobernador. El 22 de marzo de 1938 era nombrado presidente de la Diputación, un cargo que desempeñó apenas 11 meses ya que el 23 de febrero del año siguiente la institución buscaba sustituto “por haberse incorporado al Ejército el compañero Gregorio Tobajas que lo desempeñaba”, según consta en la documentación que se conserva.
Durante su tiempo como presidente, en plena Guerra Civil, dos fueron sus preocupaciones principales: la gestión del Hospital Civil y el Hogar de la Infancia. Respecto a su interés en mejorar el funcionamiento del primero, queda para la historia el agradecimiento expresado el 12 de mayo de 1938 por el pleno de la Diputación al presidente Tobajas por ceder las 500 pesetas que le correspondían por gastos de representación para la instalación de una clínica para heridos de guerra en el hospital. En cuanto al hogar de la infancia, donde se recogían a niños huérfanos y los hijos de padres que estaban o iban al frente, procuró hacer “un lugar para alejarlos de la guerra para que no vieran las barbaridades que se estaban cometiendo”, en palabras de su nieto.
Al finalizar la guerra civil Gregorio Tobajas, como tantos otros republicanos, intenta salir de España pero es apresado en Alicante y recluido en la prisión del Castillo de Santa Bárbara en mayo de 1939. A finales de junio o primeros de julio de ese año fue trasladado, junto con 40 presos, a la prisión militar de Guadalajara. Durante su estancia en ella empleó su tiempo en enseñar a los presos a leer. Según el testimonio de un compañero de celda “todo su interés era que aprendieran a leer para que no los engañaran”. De aquella época queda también un puñado de cartas enviadas a sus familiares y que sugieren “viendo como su letra va perdiendo firmeza, que estaba enfermo y quizá había sufrido torturas”. También una recomendación a su mujer: impedir como fuera que sus hijos Francisco y Aída, a la que obligaron a cambiar el nombre por el de Ana porque el primero “sonaba mal”, se acercaran a la política.
Finalmente en enero de 1940 la Auditoría de la Guerra de Guadalajara le juzgaba y condenaba por adhesión al Frente Popular y por, según recoge la sentencia, “participar en actos políticos en los que se incitaba al asesinato”. Durante este tiempo su mujer se movió entre la gente a la que Gregorio había ayudado mientras Guadalajara fue republicana y destacados nombres del bando vencedor como Enrique Fluiters enviaron cartas en su defensa que, finalmente, de nada sirvieron. Antes de ejecutarle, le ofrecieron conmutar la pena si renegaba de su mujer y sus hijos y volvía a ser cura algo a lo que se negó. “Lo tenía tan claro que dio la vida por lo que pensaba, lo llevó hasta las últimas consecuencias. Tenía claro que lo único que él había hecho fue intentar ayudar a la gente que prescindió de abogado defensor en el proceso y se defendió el mismo”, apunta su nieto. El 3 de mayo de 1940 Gregorio Tobajas Blasco era fusilado en el cementerio de Guadalajara y enterrado allí mismo en un ataúd que costó 60 pesetas. Tenía 32 años.
Una carpeta con algunos recortes de prensa, varias cartas, papeles de cuando estuvo en la carcel y cinco fotos es todo lo que conserva la familia de Gregorio. Tras su muerte se intentó borrar su figura de una manera sistemática: su nombre desapareció de los anales y actas de la propia Diputación, de hecho alguna que ha sobrevivido lo ha hecho por estar traspapelada, se destruyeron las fotografías que había y cualquier referencia a su paso por la institución. También la placa instalada en la Catedral había desaparecido hace tiempo y su nombre y figura fueron ejemplo “de lo que no había que ser” resume Francisco.
Su familia también sufrió represalias. “Mi abuela” recuerda el nieto, “llegó a ser como una apestada, en las tiendas la despachaban la última, le impidieron ejercer de maestra y no pudo hacerlo hasta que murió Franco y acabó la dictadura”. “También a mi padre, y esto lo he conocido hace poco porque él nunca dijo nada, le cerraron las puertas. Con 17 años hizo unas oposiciones para trabajar en un banco y, a pesar de que él creía que las había hecho bien, no le llamaban para trabajar así que fue con mi madre a ver que había pasado y el director los recibió y les dijo “no solo está aprobado sino que es el número uno con gran diferencia sobre los demás, pero hay clientes que han dicho que si Tobajas entra a trabajar aquí retiran el dinero. Así que estuvo toda la vida de dependiente en Robisco”.

Cuadro con la imagen de Gregorio Tobajas que ha sido colocado en la Diputación junto a los demás presidentes de la institución.