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Fuente: Carlos Hernández @eldiarioes
Ha fallecido Agustín López, uno de los últimos supervivientes de los campos de concentración franquistas. Agustín pasó por 3 campos y un durísimo batallón de trabajos forzados en Siguenza. 

Su historia incluyó años de sufrimiento, castigos y trabajos forzados, pero no rencor: Agustín ha muerto a solo un mes de su 104 cumpleaños sin conseguir que respondieran a su pregunta: “¿Por qué nos trataron como animales?”

Agustín (segundo por la izquierda) con otros miembros de su batallón de trabajos forzados en Sigüenza. cortesía de la familia López

“Me gustaría encontrarme con alguno de nuestros guardianes y preguntarle: ¿Por qué nos tratabais tan mal? ¿Por qué nos tratabais como si fuésemos animales?”. Ese era siempre el único deseo que salía de la boca de Agustín López Montoro cuando se le preguntaba si guardaba rencor o quería vengarse, de alguna manera, de quienes tanto le hicieron sufrir. Nunca respondió con odio, insultos o anhelos de violencia. Solo quería tener un último cara a cara con aquellos militares que le explotaron, humillaron y torturaron en tres campos de concentración franquistas y en un terrible batallón de trabajos forzados. Solo deseaba poder mirarles a los ojos para intentar averiguar el porqué de tanto ensañamiento y tanta crueldad. A solo un mes de su 104º cumpleaños, Agustín ha muerto sin ver cumplido ese sueño. 

Una juventud entre la guerra y los campos de concentración

“Mi padre era republicano y yo, aunque solo tenía 16 años, también lo era. Por eso quisimos defender la República”. Agustín recuerda los momentos de zozobra que se vivieron en su pueblo, Santa Cruz del Retamar (Toledo), tras el golpe de Estado perpetrado en julio de 1936. Militante de UGT y de las Juventudes Socialistas, sus paisanos le llamaban “Remolino”, por el rebelde flequillo que despuntaba en su frente durante la niñez. Su extrema juventud hizo que Agustín no fuera llamado a filas hasta 1938, durante la fase final de la guerra en la que combatió defendiendo la capital del asedio franquista. “Cuando entraron en Madrid las tropas de Franco, yo ya me había vuelto a mi pueblo”, recordaba Agustín.

La debacle republicana precipitada por el golpe de Estado del coronel Casado permitió al futuro dictador ocupar la ciudad sin apenas oposición. La mayoría de los soldados leales al gobierno democrático habían regresado a sus hogares o escapaban hacia Alicante para tratar de abordar algún barco que les sacara de España. “Yo estaba en mi casa, pero enseguida hicieron un llamamiento, a través de la radio y los periódicos, para que quienes habíamos pertenecido en el ejército republicano nos presentáramos en el campo de concentración más cercano”.

“Nos echaban agua en un abrevadero para el ganado… Tuvimos suerte porque llovió y bebíamos de los charcos porque el agua estaba más limpia que la del abrevadero”

Agustín no se atrevió a desobedecer la orden y se dirigió hasta el campo de concentración que los franquistas habían habilitado en el barrio madrileño de Campamento. “Estábamos allí miles de hombres… muy asustados. El primer día recibimos una lata de sardinas, pero luego nos tuvieron cinco o seis días sin comer. Fue terrible. Luego nos dieron una lata de cocido y un chusco de pan que teníamos que repartirnos entre varios, pero había tanta hambre y tanta desesperación que el que tenía que dividir la ración salió corriendo y se perdió entre la muchedumbre. También teníamos mucha sed. Nos echaban agua en un abrevadero para el ganado… No queríamos beber de ahí. Tuvimos suerte porque llovió y bebíamos de los charcos porque el agua estaba más limpia que la del abrevadero”.

La documentación que se conserva del ejército franquista apunta a que este recinto, ubicado en la actual confluencia de la Avenida de los Poblados con el Paseo de Extremadura, llegó a albergar a más de 5.000 prisioneros. 

Aquel abril de 1939 había 16 campos de concentración en el actual territorio de la Comunidad de Madrid en los que se hacinaban decenas de miles de cautivos. Además del hambre y la sed, los prisioneros se enfrentaron a malos tratos, falta de higiene, enfermedades y a la amenaza permanente de ser asesinados. En toda España hubo 303 campos de concentración franquistas que, junto a los llamados Batallones de Trabajadores, conformaron un vasto sistema concentracionario por el que pasó cerca de un millón de prisioneros, en su inmensa mayoría hombres. El primero de estos campos abrió sus puertas en julio de 1936, unas horas después de iniciarse el golpe de Estado, y los dos últimos no fueron clausurados hasta 1947. Agustín tuvo suerte y fue liberado a finales del mes de abril de 1939, con la condición de regresar a su pueblo y presentarse ante las nuevas autoridades municipales.  

Segundo cautiverio y trabajos forzados

‘Remolino’ se sintió afortunado porque en su pueblo ni los falangistas ni la guardia civil tomaron represalias contra él. Pero su felicidad duró poco tiempo. Unos meses después fue llamado a filas por el ejército de la recién inaugurada dictadura. Franco ordenó que aquellos jóvenes que habían servido a la República debían hacer nuevamente el servicio militar. Fue la mal llamada “mili de Franco”.

Aquellos mozos que eran avalados como “afectos al Movimiento” por algún gerifalte de la “Nueva España” cumplían un servicio militar “normal”, en alguna unidad del ejército franquista. Sin embargo, quienes no lograban ese aval y eran considerados “desafectos” eran enviados a campos de concentración para, desde allí, engrosar los llamados Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores: unidades dependientes de la Inspección de Campos de Concentración en las que los prisioneros realizaban trabajos forzados.

“Me enviaron primero al campo de concentración que había en el colegio Miguel de Unamuno de Madrid. Tuve que dormir en la escalera, en el suelo, porque aquello estaba atestado de prisioneros”, relataba Agustín. De allí fue trasladado al campo de concentración de Miranda de Ebro, en la provincia de Burgos, donde pasó el tiempo justo para integrarse en un batallón de trabajos forzados. “Ahí empezó lo peor. Nos mandaron a Sigüenza para trabajar en la vía del ferrocarril. Estábamos llenos de mugre, siempre cubiertos de piojos y de pulgas. Casi no nos daban de comer y, aún así, estábamos todo el día con el pico y la pala…”.

Agustín fue testigo de la muerte de varios compañeros por hambre, enfermedades y malos tratos. “Nos daban una paliza con cualquier excusa. A uno casi lo matan por robar una remolacha porque tenía hambre. Otro castigo muy frecuente era hacerte cargar todo el día con un saco lleno de arena o de piedras… tenías hasta que dormir con él. Nos trataban peor que a los animales”.

Fueron muchos meses de una macabra rutina que comenzaba cantando el Cara al sol y continuaba con horas y horas de durísimo trabajo, sin nada que llevarse a la boca, sin posibilidades de asearse y con los constantes malos tratos a los que les sometían sus guardianes. “Cuando ahora veo en la tele algún reportaje sobre el Holocausto —afirmaba con tristeza Agustín— me pregunto por qué no se habla ni se conoce lo que sufrimos aquí. Porque lo que pasó aquí también fue terrible y yo viví algunas escenas muy parecidas a las que ahora veo en la tele”.

Libertad y Memoria

Tras la pesadilla de Sigüenza, Agustín fue enviado a una unidad militar en el Norte de África donde las condiciones de vida eran mucho mejores: “Allí cambió todo porque me trataban como a un soldado más”. En total pasó tres años fuera de su casa y, cuando por fin le permitieron regresar, la vida siguió sin ser fácil: “No encontraba trabajo porque había sido republicano. Los puestos de trabajo eran para los suyos”.

El tiempo fue pasando y, no sin dificultades, Agustín logró ir construyendo una vida y formar una familia. El pasado, el miedo y el silencio siempre estuvieron ahí, hasta que, muchos, muchos años después, su hijo, José María, le animó a contar públicamente todo lo que había sufrido.

Agustín publicó primero un pequeño libro con sus memorias y, desde 2019, participó en diversos actos y concedió algunas entrevistas para levantar el manto de olvido que, en nuestro país, ha cubierto la represión franquista, en general, y los campos de concentración de Franco, en particular. Con la cabeza lúcida y un estado físico envidiable para sus casi 104 años de edad, Agustín hizo una confesión hace solo un par de meses: “Tengo que ir pensando en marcharme”. Dicho y hecho. El entrañable ‘Remolino’ se ha marchado rodeado del cariño de toda su familia y con la satisfacción de haber recibido algunos –menos de los debidos, pero más de los que hubiera podido imaginar– merecidos homenajes. 




Agradecimientos, Carlos Hernández
https://www.eldiario.es/sociedad/sueno-cumplir-agustin-lopez-ultimos-supervivientes-campos-concentracion-franquistas_1_10897887.html


Una historia del cementerio. La memoria silenciada de los hermanos Sanzo Urbón

El Decano. por Gloria Magro.- 01/11/2023.- Como cada primero de noviembre, Día de Todos los Santos, los familiares de los represaliados republicanos tras la Guerra Civil y prisioneros fallecidos en el Hospital Militar de Guadalajara, junto con partidos políticos de izquierda y sindicatos, acudirán a homenajear a los caídos en defensa de la República española, la legalidad vigente en España hasta 1939.

Al final del patio 4 del cementerio de Guadalajara, sobre la fosa común, se erige desde 2021 un memorial en mármol con los nombres de los 977 maestros, concejales, campesinos y militares cuyos restos ya no pueden ser recuperados pero que los registros oficiales sitúan allí. 

En un principio, eran 976 los cuerpos que la documentación aportada por el Foro por la Memoria de Guadalajara ubicaba allí. Un soldado guipuzcoano fallecido en el Hospital Militar de Guadalajara en 1940 y añadido con posterioridad a petición de la familia haría el número 977. Su nombre, Emeterio Sanzo Urbón, y su lugar de origen, Basain, está escrito en el mármol desde entonces.

“Quiero narrar parte de la historia de mi familia, narrar las vicisitudes de una familia obrera en el periodo de la Guerra Civil y la represión franquista; el sufrimiento de personas sencillas, de ausencias y de palabras sin cerrar. La búsqueda de mis tíos desaparecidos durante la Guerra Civil, porque el olvido es precisamente eso, ausencia de todo”, explica Gotzon Sanzo, sobrino de aquel soldado cuyos pasos se perdieron en la Guerra Civil y que ha puesto por escrito la historia familiar. Su objetivo, “dar voz a los que ya no la tienen. Homenaje, paz y reposo para buscadores y buscados. Pese a las dificultades para llevar a cabo la búsqueda de los restos de mis tíos fallecidos, recuperar la memoria de la familia, de un dolor instalado”.

Jesús, Manuel y Mariano Sanzo Urbón eran los hijos de un ferroviario que al principio de la guerra se alistaron voluntarios en batallones republicanos combatiendo por todo el frente norte, como se puede leer en la web del Foro por la Memoria de Guadalajara. Su periplo como soldados fue en un principio conocido por la familia hasta que dos de ellos desaparecieron sin dejar rastro.

El tercero de los hermanos, Manuel, combatiente con la UGT, fue detenido en Santander y obligado a unirse a un Batallón Disciplinario de Soldados Trabajadores, donde trabajó como forzado en carreteras y fortificaciones en el Pirineo. “Regresó a casa al cabo de los años gravemente enfermo por las condiciones de esclavitud que tuvo que soportar. Como consecuencia, padeció continuos problemas de salud hasta su fallecimiento en 1965”, explica su sobrino. De los otros dos hermanos nada más se supo.

Tras la muerte del padre en 2018, la familia encontró sus escritos, donde se reflejaba el trauma familiar por la ausencia de los dos hermanos desaparecidos. “En dichas memorias relata las penurias que tuvieron que pasar tras la guerra. Ahí supimos que tres de sus hermanos fueron a la guerra y solo uno regresó al cabo de muchos años. Los otros dos desaparecieron, sin que se supiera cuándo y dónde.  Mi padre, consciente de que no le quedaba mucho tiempo de vida, reflejó su pena por morir sin saber dónde estarían sus hermanos Manuel y Emeterio”, cuenta Gotzón Sanzo.

Comienza la búsqueda

Los Sanzo empezaron entonces una búsqueda que concluyó parcialmente tres años después, en 2021, de la mano del Foro por la Memoria de Guadalajara y a cientos de kilómetros del lugar de origen de la localidad guipuzcoana de donde partieron los hermanos: en la fosa del cementerio de Guadalajara, un espacio entonces recientemente ajardinado. El Ayuntamiento del Partido Popular había renunciado a su plan inicial de hacerlo desaparecer bajo el pretexto de sanear lo que consideraban era poco más que una escombrera pese a saberse que se asentaba sobre cientos de cuerpos entonces sin identificar. De haber conseguido su objetivo, el rastro de esas vidas y de ese lugar se hubiera perdido para siempre, pese a que los nombres de quienes allí yacen siempre estuvieron escritos en los registros del cementerio.

Allí encontraron a Emeterio, Xulio y Pedro García Bilbao, investigadores y responsables del Foro por la Memoria de Guadalajara. “La causa de la muerte escrita por sus captores fue endocarditis y [h]emiplejía (sic), uno de tantos eufemismos usados por los franquistas para camuflar las terribles condiciones a que eran sometidos estos presos, llevados hasta el agotamiento. Emeterio tenía 26 años”, explicaban en su día.

El 23 de mayo de 2021 sus sobrinos, Gotzón y Juanma Gotzón  Ollakarizketa, se desplazaron desde Guipuzcoa para asistir a pie de fosa al homenaje que se realizó en memoria de los hermanos Sanzo Urbón. Con la asistencia del presidente de la Asociación por la Memoria de Madrid, que consideró que “debía estar presente ya que era el primer homenaje a un vasco enterrado en fosa común”, y de un  txistulari, se interpretaron himnos vascos y se descubrió una placa. En el acto se usaron los símbolos que representaban tanto los batallones a los que pertenecían los hermanos -en cumplimiento de la resolución de la ONU que así lo establece- como la legalidad republicana vigente en el momento de su desaparición. El Foro por la Memoria hizo entrega a los familiares del diploma honorífico en el que simbólicamente en nombre de la República española se reconocía la lealtad de los combatientes.

A la fosa común cubierta de hierbín verde se le ha bautizado como el ‘Jardín de la Memoria’, es donde se permite colocar las placas. En ese acto, en medio de la emoción, Gotzon Sanzo manifestó que “recuperar un familiar es volver a tener una dignidad, es una conquista a un poder que se estableció por la fuerza, es darle una sepultura digna para que su nombre no se pierda en el anonimato”. El acto les reconfortó, “la pena que nuestro aita falleció sin saber nada de ellos”, recogía en aquellas fechas El Diario Vasco. La noticia apareció también en varios medios de comunicación nacionales.

“Tras cuatro años de investigación por archivos particulares, militares, históricos y asociaciones memoristas, hoy conocemos parte de la historia silenciada de nuestra familia, a falta de saber dónde se encuentra enterrado uno de sus hermanos, Manuel”, afirma Gotzon Sanzo.

Las familias de las víctimas republicanas de la Guerra Civil  y de la represión posterior fueron doblemente castigadas. Primero, con el oprobio público por su filiación política y, después, con el silencio y la desaparición de los suyos pese a que en muchos casos su muerte había quedado registrada en las actas de los tribunales militares, en los libros de los cementerios o en los registros civiles de los ayuntamientos.

En noviembre de 2021, varios meses después del homenaje a los hermanos Sanzo Urbón, el ayuntamiento socialista de Guadalajara, en cumplimiento de uno de sus compromisos electorales, levantó sobre la fosa común del cementerio un memorial en mármol con los nombres de los 977 cuerpos que se hayan en la fosa. En ese espacio ocupa su lugar el último enterrado allí en ser identificado, Emeterio Sanzo Urbón.

A varios cientos de kilómetros de Guadalajara, los suyos cerraron así un capítulo inconcluso durante décadas de su historia familiar, aunque no pierden la esperanza de encontrar al hermano que les falta, más de ochenta años después. “Sigo investigando y buscando pese a los problemas y trabas que ponen las instituciones y gobiernos. Ya no son unos desaparecidos. Aunque no sabemos dónde fue enterrado Manuel, no perdemos la esperanza de encontrar su cuerpo y reponer su memoria y su dignidad”, explica Gotzón Sanzo, que sabe que por toda España hay muchas familias que, como la suya, siguen a día de hoy buscando a sus familiares desaparecidos. Muertos que nunca fueron anónimos pero cuyas huellas se intentó ocultar y hacer desaparecer.

Por Gloria Magro
https://eldecanodeguadalajara.com/index.php/news/4564/una-historia-del-cementerio-la-memoria-silenciada-de-los-hermanos-sanzo-urb%C3%B3n/

HA FALLECIDO ENRIQUE LISTER LÓPEZ

09/08/2023, FMGU.- Ha fallecido en Poitiers (Francia), nuestro camarada y amigo, el filólogo Enrique Líster López, hijo del heroico dirigente comunista Enrique Líster Forján, quien fue uno de los fundadores del Quinto Regimiento al comienzo de la guerra de España, general de dos ejércitos, (checo, soviético) y teniente coronel del Ejército Popular de la República española.

Su hijo, Enrique Lister, López nacido en Moscú en 1941, fue director de la Cátedra de Estudios Eslavos de la Universidad de Poitiers, donde también enseñó historia de la URSS y de Yugoslavia. Autor entre otros, del libro, “Leninismo y oportunismo” (1976) y del libro “Praga agosto 1968. Páginas de un diario personal.” (Silente 2008).

Desde el Foro por la Memoria de Guadalajara presentamos nuestros respetos a su viuda Monique Líster, y a su familia, desde el recuerdo de la última visita que hizo a nuestra provincia en nuestra compañía , en noviembre de 2021, visitando entre otras localidades Brihuega y Torija, donde le entregamos un diploma simbólico con la propuesta de la Medalla de la Libertad, entregado por nuestro presidente, Pedro A. García Bilbao
Fotos: FMGU

Enrique Líster (nov 2021) Foto: FMGU

Ha fallecido Enrique lIster

Quique Lister en Torija, acompañado del pte del FMGU Pedro A. Garcia, Foto: FMGU

Vladimiro Relaño en 2019 en Guadalajara. Foto: FMGU


FMGU- 29 abril de 2023.- El pasado miércoles 26 de abril ha fallecido a los 85 años en Barcelona nuestro camarada Vladimiro Relaño, hijo del secretario y fundador del PCE de Guadalajara, Vicente Relaño, torturado y asesinado por los esbirros de la dictadura en 1943.

Vladimiro es hijo tambien de Isabel Sacristán, otra gran luchadora que sufrió a su vez una persecución política con una condena de 12 años y un día:

Vladi nos visitó en Guadalajara dos veces, la primera en 2012, con motivo de la publicación de nuestro libro “La represión franquista en Guadalajara”, en compañía de nuestra socia y prima suya Isabel Hernando, Fue además un feliz reencuentro con su viejo amigo Fausto Canales,
https://memoriaguadalajara.es/2012/02/05/150/

La segunda y última vez que nos visitó fue en 2019, para honrar a su padre asesinado Vicente Relaño, Y con motivo de esa visita recorrimos con él y su hermana Isabel los lugares de memoria de Guadalajara, especialmente el cementerio, donde le dimos un merecido diploma con la propuesta de “La medalla de la Libertad”, al pie de la fosa de su padre. En 2014 él mismo entregó un diploma en Barcelona a otro veterano, Francisco Mayoral, que había sido secretario de organización de la JSU de Guadalajara.

Honraremos la memoria de tu padre y la tuya propia, pues fuiste un ejemplo siempre de amor filial, fraternidad y solidaridad.

Que la tierra te sea leve querido Vladi,
foroporlamemoriaguadalajara@gmail.com



Ver también:

Visita y homenaje a Vladimiro Relaño en 2019
https://memoriaguadalajara.es/2019/10/11/visita-a-guadalajara-de-vladimiro-hijo-de-vicente-relano-asesinado-en-1943-por-el-franquismo/

Visita de Vladi en 2012
https://memoriaguadalajara.es/2012/02/05/150/

Homenaje a Francisco Mayoral en 2017
https://memoriaguadalajara.es/2017/03/30/en-recuerdo-de-francisco-mayoral-ex-militante-de-jsu-de-guadalajara-1920-2017/

Colocación de placa de homenaje a Vicente Relaño
https://memoriaguadalajara.es/2020/06/25/en-recuerdo-de-vicente-relano-secretario-gral-pce-de-guadajara-1907-1943-colocada-lapida-en-su-enterramiento-junio-de-2020/

Evelio Sánchez-Largo: “La represión franquista fue criminal”
Entrevista a este líder obrero, aficando en Guadalajara, para que nos relate su experiencia. Durante la dictadura fue detenido 22 veces y llegó a ser torturado por «Billy el Niño».

Una imagen  histórica de Evelio Sánchez-Largo.

Una imagen histórica de Evelio Sánchez-Largo.

Está en la ochentena. Sin embargo, rebosa vitalidad. Es testimonio directo de la historia reciente de España. Llegó a conocer a Marcelino Camacho, con quien fundó la Comisión Obrera del Metal de Madrid, una de las primeras del país. Evelio Sánchez-Largo mantuvo con él contactos sindicales y políticos, debido a su doble militancia en el PCE y en CC.OO. De hecho, su compromiso le llevó a estar 22 veces detenido durante la dictadura. Incluso, fue torturado por «Billy el Niño», uno de los peores componentes de la policía franquista. Dclm.es ha querido hablar con Sánchez-Largo para que nos relate su experiencia. Todo un lujo.

Evelio, ¿por qué decidió tomar la militancia comunista?

Mi vida, desde niño, ha sido muy agitada como consecuencia de mis circunstancias familiares. Mi padre estuvo en la cárcel, por lo que mi madre y yo tuvimos que sufrir penurias para salir adelante. Por tanto, cuando tuve uso de razón fui consciente de que el régimen franquista nos estaba perjudicando muy seriamente.

Así, cuando comencé a trabajar observé la explotación que existía hacia los asalariados. Ante esto, decidí integrarme en el Partido Comunista, que era la única organización que existía para defender los intereses de la clase proletaria. Me afilié con el fin de mejorar la situación general de los obreros, entre los que yo me encontraba…

¿Cuándo comenzó su implicación política?

Tomé la militancia en la clandestinidad, en 1960, durante la dictadura de Franco. En ese momento yo estaba trabajando en la metalurgia, en la empresa Barreiros, domiciliada en Madrid. Allí estuve durante seis años, destacando en la defensa de los compañeros. Como consecuencia, decidieron despedirme porque –según Eduardo Barreiro, dueño de la compañía– yo era una persona incómoda, un agitador que perjudicaba sus intereses…

Durante este periodo, y hasta la muerte de Franco, ¿cómo fue su pelea en contra de la dictadura?

Seguí participando en las luchas obreras. De hecho, me incluyeron en una lista negra que diseñó el franquismo para que no nos dieran trabajo a los que éramos de izquierda. Por tanto, allí donde solicitábamos ocupación, nos rechazaban. Y así sucesivamente hasta 1975… A pesar de esta situación, no dejé de participar en diferentes manifestaciones. Llegamos a organizar el movimiento obrero a todos los niveles. Queríamos defender nuestros derechos.

¿Qué recuerdos mantiene de la creación de CCOO?

Junto a otros compañeros, como Marcelino Camacho o Julián Ariza, formé parte de una Comisión en Madrid. Y ante el desarrollo que estaba teniendo el movimiento obrero en España, decidimos legalizarla. Firmamos un documento y lo presentamos en el Registro. A las pocas horas, y como resultado de esta acción, todos los signatarios fuimos detenidos.

Éramos conscientes de que aquello podía pasar, pero queríamos que la lucha de los trabajadores se regularizara para, de esta forma, poder luchar contra el sistema y –también– contra el sindicato vertical, que era opresor y no favorecía los intereses de los asalariados. Por tanto, teníamos que crear una organización de clase para defender nuestros intereses.

Y esta Comisión, ¿tuvo buena acogida entre los trabajadores?

Fue apoteósica, porque el movimiento obrero ya existía. Lo que necesitaba era una entidad que estructurara y canalizara las demandas que se venían produciendo. Es cierto que existía el sindicato vertical, pero no nos representaba. Por tanto, cuando apareció esta Comisión, tuvo muy buena acogida.

Ha comentado que sufrió varias veces la represión franquista. ¿Llegó a pasar por la Dirección General de Seguridad de la dictadura?

Estuve detenido 22 veces. En algunos casos me soltaban a las pocas horas. Pero, en otros, permanecí apresado mucho más tiempo. Incluso, en dos ocasiones estuve 19 días incomunicado, torturado y maltratado, como la mayoría de la gente que pasaba por allí…

Además, fui procesado por propaganda ilegal. Me pedían seis meses de prisión, pero no entré en la cárcel porque era la primera vez que me encausaban. Sin embargo, el resto de las ocasiones sufrí reclusiones preventivas en Carabanchel, junto a Marcelino Camacho, Julián Ariza, Peinado… Es decir, con todos los dirigentes del movimiento obrero de la época.

¿Cómo calificaría usted la persecución franquista?

Se trataba de una represión criminal. Había un grupo de matones, encabezados por Saturnino Yagüe, director general de Seguridad, que solamente querían obtener los datos necesarios para desarticular el movimiento obrero. Y para conseguirlos, utilizaban la violencia.

Personalmente, tuve que aguantar torturas, pero no delaté a ningún compañero. Como consecuencia, sufrí mucha coacción. No obstante, me queda la satisfacción de que, al menos, nadie fue a la cárcel por mi culpa. Pero en manos de aquellos torturadores murieron muchas personas, debido a la crueldad de la que fueron víctimas…

Uno de estos represores fue Antonio González Pacheco, conocido como «Billy El Niño». ¿Usted lo llegó a conocer?

Desgraciadamente, sí. Se trataba del niño bonito de la Dirección General de Seguridad. Recuerdo que mientras me agredían los miembros de su destacamento, siempre aparecía él. Y lo hacía bajo el prisma del salvador. Pretendía que yo confiara en su persona y le diera los datos que deseaba. Pero como no era así, terminaba empleando la violencia conmigo. Este personaje era siniestro. Su grupo me torturó durante 19 días seguidos…

En su entorno más próximo, ¿cómo vivieron sus detenciones y persecuciones?

Con muchas dificultades, porque la única persona de izquierdas de mi familia era yo. Y no entendían mi dedicación a la política, sobre todo conociendo las consecuencias a las que me podía enfrentar. Consideraban que muchas veces les abandonaba por mi entrega política y sindical. Pero yo intentaba convencerles de que todo aquello lo hacía también por ellos y por el resto de trabajadores. Al final mi mujer lo entendió. Sufrió mucho por las visitas de la policía a mi casa de madrugada, por los cacheos…

Su compromiso, ¿de dónde le viene? ¿De su familia?

Mi padre no era un hombre político. Acabó en la cárcel por una denuncia en su contra interpuesta por una vecina. La demanda decía que había sido el abanderado de la República cuando este sistema era legal. Y como en la dictadura valía cualquier cosa, le llevaron a prisión.

De esta forma, cuando comencé mi actividad sindical tuve la oposición de mis progenitores. Me mostraban los riesgos que conllevaba esta decisión. Sobre todo, durante el franquismo. Ante esto, yo les respondía: «sé dónde estoy y sé lo que quiero. Por tanto, voy a ir a por ello».

Era consciente del peligro que corría. Me podían despedir del trabajo, detenerme, torturarme e, incluso, matarme… Pero era algo que tenía muy claro. Si no lo realizábamos nosotros, ¿quién lo iba a hacer? Antes se habían comprometido más personas. Y, después, lo harían otras. Mis padres no lo entendieron, pero seguí adelante.

¿Usted cree que el sistema parlamentario actual debería hacer más esfuerzos para recordar lo que supuso la dictadura y su represión?

¡Por supuesto! Hay muchas cosas que se podrían mejorar. No luché lo que luché ni arriesgué lo que arriesgué para conseguir la democracia que tenemos actualmente. Me impliqué para alcanzar algo más, porque –en definitiva– los trabajadores siguen estando explotados. No se ha logrado todo lo que se pretendía cuando yo me incorporé a la lucha obrera.

En cualquier caso, soy consciente de que ha habido dificultades. Durante la clandestinidad decía lo mismo. Y todavía hoy lo mantengo: «es muy complicado conseguir la democracia, pero es más difícil mantenerla». Tenemos al enemigo enfrente, que guerrea mucho, al igual que nosotros. Unos por una causa y, los otros, por otra…

Por Julito Martínez

Fuente: https://www.dclm.es/noticias/143271/evelio-sanchez-largo-la-represion-franquista-fue-criminal

La primera vez que se exhumó el cadáver del fundador de la Falange fue a raíz de la toma de Alicante por las tropas italianas de la División Littorio, contribución del Duce a la definitiva derrota, cautiverio y desarme del “ejército rojo” español. De la fosa común en la que había sido sepultado por las autoridades republicanas en noviembre de 1936, los restos pasaron a ocupar un nicho en el cementerio local de “Alicante de José Antonio”, como pasó a llamarse oficialmente la ciudad levantina. No sería por mucho tiempo: el Caudillo, precisado de una cobertura ideológica homologable a la de las potencias del Eje, dispuso el traslado de los despojos del líder del fascismo español al monasterio de El Escorial, esa metáfora arquitectónica de la intransigencia de Felipe II tallada en granito de Guadarrama. La ceremonia estuvo ornada con los rasgos de un culto en el que se amalgamaba mesianismo y necropolítica. Miles de falangistas, entre camisas viejas de la “Falange de la Sangre” y arribistas de aluvión en ansia de figuración y estancos se disputaron el honor de portar a hombros el féretro durante los más de cuatrocientos kilómetros que separan Alicante de Madrid. Aquel viaje póstumo fue una versión celtibérica del camino al Walhalla. Antorchas, cohortes uniformadas y, en cada etapa del itinerario, un sacrificio humano en el altar de la venganza: sacas y ejecuciones irregulares cobradas en vindicta por el fusilamiento del Ausente. Había sobrada cantidad de presos rojos para pagar por ello.

José Antonio Primo de Rivera en su estado puro, rodeado de sus “colaboradores” íntimos camino a un mitin en 1936. No sacaron ni un solo diputado. Define muy bien el estilo del personaje y su ambiente.

El mausoleo de la monarquía no fue, sin embargo, la última morada del abogado e hijo del primer dictador del siglo XX. En 1959, Franco, cuya pretensión era no solo la de señorear el presente de España, sino la de reescribir su pasado y determinar para siempre su futuro, dispuso que aquel a quien había convertido deliberadamente en mito se alineara junto a él en su futura tumba. En la basílica de Cuelgamuros, un remedo de pirámide azteca erigida sobre cráneos por un ejército de trabajadores conscriptos, ambos esperarían las trompetas del juicio final a los pies del altar mayor, sahumados por la solícita orden benedictina que interpretaba la regla del ora et labora en clave de la más eficaz exaltación de una tiranía alzada sobre las vidas sacrificadas de un cuarto de millón de compatriotas.

Hay que lamentar que la democracia haya llegado tarde a la tarea de retirar honores a los personajes prominentes de la dictadura, pero cabe congratularse de que lo acabe haciendo y sin posibilidad de marcha atrás. Lastradas por la inercia del uso de los pies de plomo en los tiempos iniciales de la transición, hay interpretaciones que han tratado de diferenciar entre la figura de Franco y la de Primo de Rivera como si no hubieran sido ambas el haz y el envés de la misma espada. Se ha dicho que José Antonio —usando de la familiaridad derivada de su omnipresencia en las placas de todas las parroquias de nuestra geografía encabezando el listado de “caídos por Dios y por España”—, a diferencia del general superlativo, fue una víctima de la guerra civil. Por ello, habría podido permanecer en la basílica de Cuelgamuros, aunque no en un lugar destacado. La equidistancia le ha presentado con tonos casi costumbristas, un bon vivant de origen jerezano frecuentador de tertulias mundanas como la de La Ballena Alegre en los bajos del café Lyon y de las cenas de Carlomagno en el Hotel París de la Puerta del Sol, alguien a quien cuadraba mejor un esmoquin que la camisa azul mahón, un discreto letraherido arrojado a la pugna política por la vindicación de su padre, un hijo de su generación con un sino trágico.

Todos ellos son trazos anecdóticos que no pueden negar la evidencia. José Antonio Primo de Rivera no se limitó a impugnar a la República por lo que pudiera reputar de ultrajes a su legado paternal, sino que puso todo su empeño de derribarla. A tal fin, fundó un partido troquelado en el molde de los fascismos rampantes en la Europa de los años 30, una organización con escalas de mando que tomaban su denominación del léxico militar —triunviros, falanges, escuadras—, una ideología cuyo objetivo era la implantación de un estado totalitario que enmendase —lo dejó grabado para un noticiero extranjero— la triple división engendrada por la democracia liberal de la que abominaba: la territorial, la de clase y la de partidos. Un grupúsculo que adoptó como táctica la basada en la “dialéctica de los puños y las pistolas” y que actuó como elemento de provocación y fuerza auxiliar de la conspiración monárquico-militar, como han demostrado los trabajos del profesor Ángel Viñas.

Para muestra de su naturaleza, un par de ejemplos. El 16 de marzo de 1935, un centenar de falangistas asaltó las instalaciones de los almacenes SEPU, en la Gran Vía de Madrid, muy cerca de la Telefónica. Irrumpieron blandiendo porras de goma, rompieron el escaparate y destrozaron vitrinas, sembrando el pánico de los clientes. ¿El motivo? La campaña desplegada por el partido liderado por José Antonio a través de su periódico, Arriba, contra SEPU, Nestlé y el “capitalismo judío” al que acusaban de arruinar con su política de precios rebajados al pequeño comercio y a los productores nacionales. Cristales rotos y antisemitismo: no es necesario buscar en exóticas latitudes el origen de estas influencias. Por otro lado, Luis Jiménez de Asúa, socialista, catedrático de Derecho, presidente de la comisión que redactó la Constitución de 1931 y candidato a la vicepresidencia de las Cortes sufrió el 12 de marzo de 1936 un atentado en el que murió su escolta. Un mes después la misma Falange que había reivindicado su autoría asesinó al instructor de la causa, el juez Manuel Pedregal. No se trataba de una mera dinámica de acción-reacción en un contexto de confrontación con otros grupos extremistas, como justificó cierta lectura sobre la época: era el resultado de la “actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos”, según la tercera acepción en el DRAE de la palabra “terrorismo”.

En definitiva, José Antonio Primo de Rivera fue el líder de un grupo organizado de carácter violento que actuó como colaborador necesario en la creación de un estado de necesidad legitimador de la sublevación militar. Como aprendiz de brujo, pereció a consecuencia de los efectos derivados de sus actos. No fue más víctima de la guerra civil de lo que Reinhardt Heydrich lo fue de la Segunda Guerra Mundial. No pueden establecerse diferencias de consideración entre el jefe del Estado y el fundador de la Falange que, en triada inseparable completada por el crucifijo, presidieron las paredes de aulas, comisarías y covachuelas administrativas durante toda la duración del régimen del 18 de julio. Quienes se encuadraron en su partido ejercieron la violencia, usurparon propiedades, participaron de la corrupción institucionalizada y usufructuaron los beneficios de la victoria hasta la desarticulación del Movimiento Nacional en 1977.

La salida del líder del fascismo español del mausoleo oficial de la dictadura es un paso más en el desmontaje de la necrópolis sobre la que ha acampado durante demasiado tiempo la memoria histórica de España. Sus deudos no pueden quejarse: tendrá una salida digna, si se la compara con la situación de las de las otras víctimas que aguardan la ocasión de que los suyos puedan honrarlas en paz y con dignidad. Cuando eso ocurra, me confieso pesimista sobre la posterior resignificación del denominado Valle de los Caídos. Albergo dudas acerca de que pueda cumplir alguna vez una función de educación cívica. Quizás fuera mejor que el tiempo, la erosión y la tectónica hicieran su lento e implacable trabajo hasta convertir el entorno en algo parecido a los grabados de ruinas de Piranesi, la única forma posible de que un lugar tan nefasto logre ostentar algo de belleza.

Hemos celebrado la Asamblea Federal de la Federación de Foros por la Memoria. con participantes de todo el Estado. Se ha valorado la situación tras la nueva ley y el momento actual. Brihuega ha sido la capital de la resistencia estos días. #BrihuegaRepublicana#MemoriaGuadalajara Memoria Guadalajara .@MemoriaGuada

Federación Estatal de Foros por la Memoria,

La #LeyMemoriaDemocratica establece el 31 de octubre como “Día de recuerdo a las víctimas del golpe militar, la Guerra Civil y la dictadura”.

Hemos sido invitados a participar en los actos de homenaje, pero no vamos asistir.

Explicamos los porqués:

Instaurar el 31 de octubre como día de homenaje es uno de los elementos de la Ley de Memoria que ha concitado un rechazo prácticamente unánime del movimiento memorialista realmente existente.

El 31 de octubre se conmemora la aprobación en 1978 de la Constitución por el Congreso. Esa fecha poco o nada tiene que ver con las víctimas del franquismo. La conmemoración está condenada a la irrelevancia.

Los colectivos memorialistas hemos presentado propuestas de fechas alternativas -Badajoz, Gernika, La Desbandá; el asesinato de Lorca…- que sí tienen que ver con la memoria histórica y las víctimas del franquismo. La Federación Estatal de Foros por la Memoria hizo pública y transmitió la propuesta del 12 de Diciembre: ese día de 1946 la ONU condenó al franquismo como régimen fascista, colaborador en la 2ªGuerra Mundial de la Alemania nazi y la Italia fascista

La conmemoración del 31 de octubre pretende transmitir la idea de que con la aprobación de la Constitución todas las heridas quedaron cerradas. Que el régimen de 1978 colmaba las expectativas de las víctimas y de las/los antifranquistas. En sí esta conmemoración es un ejemplo de revisionismo histórico: si lo que se pretende transmitir fuera mínimamente cierto, no hubiera habido que hacer una Ley de Memoria ¡¡¡44 años después!!!

No vamos a participar en una operación de lavado del régimen el 78 cuando la impunidad del franquismo aún permanece y el camino de la Justicia para las víctimas está vetado, Ley de Memoria Democrática mediante.

HOMENAJE AL VETERANO COMPAÑERO EVELIO SÁNCHEZ

01/05/2022.- La manifestación convocada por los sindicatos de clase, UGT y CCOO ha vuelto a llenar las calles de Guadalajara, como siempre, en un ambiente festivo y reivindicativo, aprovechando un día soleado en nuestra ciudad. Un acto especialmente festivo, de reencuentros para muchos militantes de izquierdas después de levantadas las limitaciones por la pandemia.

La manifestación sin embargo ha sido especialmente triste, dado el aciago balance de accidentes laborales que viene sufriendo nuestra provincia y que ha estado en la mente y en la boca de todos.

 Tras los discursos de los representantes de los sindicatos y el tradicional canto de La Internacional, ha tenido lugar un merecido homenaje a un querido compañero. Evelio Sánchez-Largo Garrido, veterano militante del PCE y fundador de CCOO.
El homenaje ha consistido en la entrega de un diploma, elaborado por el Foro por la Memoria de Guadalajara, con la “propuesta de la Medalla de la Libertad”.
El diploma fue entregado por Javier Morales, secretario provincial de CCOO, María Fernández, secretaria provincial del PCE, y contó con la presencia de la familia de Evelio, encabezada por su esposa Felicísima Valtierra. Asistieron tambien el presidente del Foro por la Memoria, Pedro A. García Bilbao y el coordinador provincial de IU, Daniel Touset. El Foro por la Memoria ha entregado más de 90 diplomas como el de hoy a veteranos antifranquistas y sus familias y reproduce una medalla de 1937, la cual propone que le sea entregada al homenajeado, cuando gobiernen “las autoridades legítimas de la República española”.

Evelio Sánchez ha recibido el sencillo diploma emocionado, y se lo ha dedicado a su querida compañera Felicísima y al recuerdo de tantos camaradas que ya no están.
El camarada Evelio Sánchez-Largo Garrido nació en Los Yébenes (Toledo) en 1935, hijo de campesinos pobres, desde los 6 años tuvo que dedicarse a cuidar el ganado. A su padre, también llamado Evelio, no le vió durante los tres años de guerra, y después, tampoco, porque estuvo siete años preso en las cárceles de Franco. Su madre Eulalia tuvo que sacar adelante a la familia como tantas compañeras de presos.
El joven Evelio tuvo contacto con la guerrilla antifranquista, concretamente con el grupo de “el manco de Pesquera” de los montes de Toledo, con los que colaboró con apenas 10 años llevándoles muchas veces comida y haciendo de enlace, incluso asistiendo en una ocasión a un tiroteo con la Guardia Civil.

Al salir su padre de la cárcel, en 1946, la familia se plantea emigrar a Argentina, vendiendo incluso la casa, pero finalmente se quedan en Madrid, donde Evelio, tras varias vicisitudes, aprende el oficio de tornero, ingresando en la fábrica de Barreiros.
El compromiso político de Evelio Sánchez le hace ingresar en 1960 en el Partido Comunista de España, y poco después , juntamente con Marcelino Camacho, es uno de los fundadores de Comisiones Obreras. Despedido de Barreiros por motivos sindicales, teniendo que dedicarse a varios oficios. En 1966 se produce su primera detención por la policía franquista, por reparto de “propaganda ilegal” durante las elecciones sindicales. Un mes de cárcel y libertad condicional. En 1968 se produce la segunda detención en la famosa “caída” de toda la cúpula de CCOO en una reunión en la madrileña plaza de Mariano de Cavia. Evelio fue detenido un total de 22 veces, sufriendo la mayor parte de las veces terribles torturas policiales en los sótanos de la DGS de la Puerta del Sol, siendo una de las víctimas del torturador policial Antonio González Pacheco, conocido como “Billy el Niño” interrogado incluso por el número 2 del Ministerio de Gobernación, Saturnino Yagüe, que era quien daba las órdenes. Evelio comenta que su peor detención fue la cuarta , durante el estado de excepción de 1972, en la que estuvo 18 dias en la Dirección General de Seguridad, sometido a todo tipo de torturas diariamente. Finalmente, sin lograr extraerle ni un solo nombre de compañeros, ni un solo dato, fue trasladado a la cárcel de Carabanchel, donde dice “ir a la cárcel era descansar, porque allí se acaban las torturas y estabas con tus camaradas”. Juzgado por el Tribunal del Orden Público, su causa fue sobreseída tras cuatro meses de prisión . Su última detención, poco antes del referéndum de 1976, y tuvo que ser puesto en libertad dada la protesta y presión ciudadana de sus vecinos, Dirigente de asociaciones de vecinos en Villaverde Alto y tambien miembro de las mismas en Guadalajara, ciudad donde vive desde el año 2008. En Madrid fue candidato entre otras en la lista del PCE a las municipales de 1979, y en nuestra provincia en las listas de Unidas Podemos en las últimas municipales.
Este homenaje ha sido una sencilla muestra de cariño de sus amigos y compañeros.

Agradecimientos: Manolo Diéguez , José Morales y Julio Martínez

Evelio Sánchez posa con su diploma acompañado de: (De izda a dcha: Pedro A. Garcia Bilbao, presidente del Foro por la Memoria de Guadalajara; María Fernández, secretaria política del PCE de Guadalajara; Daniel Touset, coordinador provincial de IU y Javier Morales, secretario provincial de CCOO. Foro por la Memoria.


Trijueque (Guadalajara), 18/03/2022.- Siguiendo la serie de homenajes que el Foro por la Memoria de Guadalajara viene realizando a los luchadores y luchadoras por la libertad, y con ocasión del LXXXV Aniversario de la Batalla de Guadalajara, hemos querido en esta ocasión homenajear al mayor de milicias Gonzalo Pando Rivero, jefe de la 9ª Brigada Mixta del Ejército Popular, quien luchó heroicamente en la Batalla de Guadalajara. en marzo de 1937. El mayor Pando, médico de profesión, se hallaba destinado en el pueblo de Rascafría, y al comienzo de la guerra de España fundó el batallón Thaelman, con el que combatió en los frentes de la Sierra de Madrid. Afiliándose al Partido Comunista, fue nombrado jefe de la 9ª Brigada Mixta . Gonzalo Pando fue uno de los más apreciados jefes de la 11 División, comandada por Enrique Líster. Pando falleció en combate el 31 de julio de 1937, durante la batalla de Brunete.

El homenaje al mayor Pando consistió, una vez más en la entrega de un diploma con la propuesta de Medalla de la Libertad, que el Foro por la Memoria venimos entregando a veteranos luchadores y sus descendientes. El primero de estos diplomas se entregó personalmente a 2013 a Trifón Cañamares, de 102 años, comisario en la 49ª BM. El diploma para el comandante Pando el pasado 18 de marzo en Trijueque, ha sido el homenaje número 75 y le ha sido entregado a su sobrina nieta Ana Pérez Groba Pando (o Ana Afzali), quien aceptó emocionada la propuesta de medalla al valor en nombre de la familia Pando. Ana es la autora, además de una excelente biografía sobre su antepasado,Gonzalo Pando Rivero: De médico a comandante republicano de la Guerra Civil Española”. Ana aceptó la medalla, además portando una bandera tricolor de la República en una mano, y con una gorra de oficial republicano adornando su cabeza. (Aunque era de teniente y no de de mayor como su tío abuelo). Tras el homenaje en Trijueque, acudió a visitar Brihuega y tambien el monumento Memorial a las victimas de la dictadura inaugurado en el Cementerio de Guadalajara.
La Medalla de la Libertad fue una condecoración auténtica que fue creada por el gobierno de la República Española en 1937. El Foro por la Memoria no entrega la medalla, por supuesto, sino que lo que hace es una sencilla propuesta simbólica, “en ausencia del gobierno legítimo de la República Española”, para que le sea entregado al portador o descendientes, cuando la República sea proclamada.
Gracias Gonzalo Pando y gracias a Ana Pérez por aceptar ese sencillo homenaje.

Homenaje al mayor Gonzalo Pando, en Trijueque (Guadalajara)