Clotilde Ballesteros Pardo, aquella joven de Mirabueno.
Clotilde Ballesteros Pardo (Mirabueno, Guadalajara, 1918 – Barcelona 2011)
Entrevista a esta luchadora antifascista alcarreña, publicada en el diario “Mundo Flash”, el 5 de marzo de 1978, con motivo de su homenaje, junto a otras veteranas del PSUC, en el Palau de Congressos de Barcelona (19/03/78):
Cómo es una militante de base.
Clara Zetkin, marxista y feminista en una edición de tapas duras. Un piso corriente y moliente en el Baix Llobregat, que no participa de la estética habitual de los progres, y sí de la clase media española. Todo es convencional. Bueno, todo no, sobre el papel de flores que decora las paredes de la sala de estar hay fotos de Marx, Lenin y Engels. Debajo, “Pasionaria”, una de las primeras fotos que se publicaron en la prensa después del paréntesis de silencio. Un poco más lejos un póster del “Che”, aquel que los de mi generación teníamos en el piso compartido de estudiantes y que habíamos comprado en Londres, como si fuera una reliquia, en primer viaje escaso de dinero y lleno de ilusiones.
-¿Dónde naciste?
Nací en un pequeño pueblo de la provincia de Guadalajara, en Mirabueno, en el año 1918. Hasta los diecisiete años pasé mi vida en el campo, trabajando en todas las épocas del año, Eso sí, fui a la escuela hasta los catorce años, y siempre era la primera o la segunda. Me gustaba mucho leer, pero en los pueblos no había nada para niños, así que leía libros de historia e instructivos.
La guerra.
– ¿Qué hacías en julio de 1936?
– Yo vivía en Madrid, en casa de unos señores justo enfrente del cuartel de la Montaña. El 18 salí a la calle y la gente comentaba que las tropas se habían sublevado en Marruecos. Me asusté mucho. Escribí una carta a mi familia y creí que no los volvería a ver. Aquella noche acuartelaron las tropas, y a la mañana siguiente, cuando fui a echar la carta empezó el tiroteo. Estaba la calle desierta y desde algunos balcones se oía “Arriba España” y me vi entre dos fuegos, con la muerte cerca. Fue horrible. Allí quedaron tirados los cadáveres. El lunes las calles estaban acordonadas por la Guardia Nacional Republicana y Guardias de Asalto, y empezaron los bombardeos. Yo estaba temerosa. Pesaba, si ganan estos matarán a mi familia, pero en aquel momento no fue así. Las fuerzas de la República salieron victoriosas. Yo no podía volver al pueblo, pero aunque era muy joven no quise permanecer inactiva y me alisté en un cuartel cercano para ir de enfermera al frente. No sé si me llamaron, porque unos días después mis padres vinieron a buscarme. Las fuerzas franquistas estaban muy cerca. A los pocos días de tomar la catedral de Sigüenza, tuvimos que evacuar el pueblo. Ahí empezaron nuestros sufrimientos. Mi familia compuesta por mi madre, mis seis hermanos, la tía con dos niños pequeños la abuela de 73 años y un hermano de mi madre que le faltaba una pierna. Con dos caballerías hicimos 19 kilómetros en medio de la oscuridad. Estuvimos en Gajanejos, en un establo, pero pocos días, porque mi madre estaba a punto de tener otro hijo, así que nos fuimos a Guadalajara. A los pocos días nació mi hermano.
El partido.
– ¿Cuándo tomaste conciencia de la necesidad de afiliarte? - En Guadalajara. Entré muy pronto en el Partido Comunista de España, avalada por unas amigas mías. Me agregaron a la secretaría femenina y estuve en el Comité de Mujeres Antifascistas. Mi trabajo fue a más en el partido hasta que ocupé el puesto de Secretaria del Comité Provincial. Trabajamos mucho, ayudando a cubrir las necesidades de la gente que estaba en el frente. El 8 de marzo se organizó la Jornada Internacional de la Mujer, que fue un éxito. Manifestaciones, pancartas, diarios, mítines, etc. Pero mi mayor ilusión fue cuando la camarada Dolores Ibárruri, “Pasionaria”, me llamó a la Secretaría para felicitarnos por el trabajo realizado en aquella jornada. Salimos en la primera página de “Mundo Obrero” abrazadas. Después, fui durante dos meses a un curso de formación para cuadros del partido, en régimen de internado, con resultados brillantes. Hacía reportajes en “Hoz y Martillo”, a veces con Concha Santalla y Mayo, periodistas de “Mundo Obrero”. Ibamos al frente que estaba en Humanes.

Portada de Hoz y Martillo (1938), periódico del PCE de Guadalajara, donde Clotilde ejerció como redactora. Coleccion Foro por la Memoria de Guadalajara
El 5 de marzo de 1938 me casé con Juan Raposo. Camarada del partido que había sido uno de los fundadores en la provincia de Guadalajara, y que en 1932 había ido a la Unión Soviética como delegado. Él trabajo, dentro y fuera del partido, fue muy duro. La guerra ya había tomado un camino muy malo. La gente se estaba desmoralizando. Otros partidos y sectores políticos estaban en desacuerdo con nosotros, que queríamos terminar la guerra ordenadamente, mientras que ellos hablaban de rendición sin condiciones. La situación se agravó a primeros de marzo de 1939, cuando comenzaron a detener camaradas en el frente.
Citaron a nuestro secretario y a otros compañeros destacados que se presentaran en el Cuartel General del IV Cuerpo de Ejército, del que era comandante en jefe Cipriano Mera (CNT). Aquella noche, reunidos en sesión de urgencia el Comité Provincial del Partido, los locales fueron asaltados durante la reunión. Lo destrozaron, pero aún alcanzamos a quemar los papeles antes de que derribaran las puertas. Nos llevaron detenidos. A mí me soltaron a las pocas horas porque estaba criando a mi hija de cinco meses y tenía que darle de mamar. Les pedí que me la trajeran o me dejaran salir, y me dejaron. Aquel día terminó la guerra para nosotros. Cada día que pasaba los fascistas estaban más cerca. Yo tenía la maleta hecha para cuando soltaran a mi marido podernos marchar a algún lado, pero no fue así. Cuando entraron los franquistas ya los tenían a todos detenidos en la cárcel. Tuve vigilancia en la puerta de casa y no podía salir. No sabía nada de mi marido ni de nadie. El 12 de julio vinieron las hermanas de Juan a decirme que lo habían trasladado a Mahón, pero comprendí que lo habían matado. Me mandaron sus cosas personales. La ropa estaba rota y ensangrentada, con trozos de piel pegados. Fue algo terrible. Parece que lo mataron a golpes, aunque en el certificado de defunción que todavía conservo dice que se intentó fugar y le dispararon. ¿Y qué podía hacer yo? Sin dinero ni trabajo, y sin poder ser vista para que no me cogieran.
Después del desastre.
– ¿Cómo conseguiste sobrevivir?
– La situación era muy seria. Comenzamos a reorganizarnos con algunos camaradas, para tratar de ayudar a los que estaban dentro, (en la cárcel). Entonces conocí a mi segundo marido, pero se tuvo que marchar enseguida. Volví a casarme con él en 1944, y al poco tiempo lo detuvieron, acusado de propaganda ilegal. De los compañeros que cogieron esa vez salieron todos menos cinco. En esa temporada volví a pasarlas moradas. Embarazada de mi segunda hija, y con la otra todavía pequeña. “ Si se salva es por su estado”, me dijeron cuando allanaron mi casa. Estuvo mi marido en dos prisiones y salió bajo fianza, Cuando se celebró el juicio, lo condenaron a más pena de la que había cumplido, y tuvo que volver.
¿Cual era tu trabajo político?
– Conseguir la propaganda. Había que ir a Madrid a buscarla, en tren, y volver a Guadalajara con los paquetes. Allí se entraba en contacto con alguien de manera muy clandestina, se le seguía sin hablar, en fin, ya sabes cosas de esas. En aquellos años, la cuestión fundamental era sobrevivir y tratar de mantener un lazo con el partido para romper el aislamiento. Por eso era tan importante la propaganda. De ahí conseguíamos saber lo que estaba pasando en el país y fuera de él, aunque con muchas limitaciones. Sabíamos lo que la dirección del partido opinaba, y de algún modo el resto de los camaradas que estaban encarcelados, aislados o dispersos.
Después de la cárcel todas las puertas se cerraron para nosotros, no había modo de encontrar trabajo. Yo cosía y mi marido también que es sastre de profesión. Perdió un par de trabajos y decidimos irnos muy lejos, a Pont de Suert, cerca de Viella, en el 51. Tuvimos que construir una barraca, y para pagar el viaje en tren, vendimos la bicicleta. Había muchos trabajadores allí. Once años vivimos en la barraca. Mi marido consiguió entrar a trabajar en la ENHER, donde aún continúa. Fue duro. Perdimos un hijo en trágicas circunstancias. Teníamos ya cinco, uno enfermo del corazón. Al principio fue muy aburrido, porque no había nadie de los nuestros, y no podiamos hablar. Después, poco a poco, empezamos a relacionarnos con gente, y compramos un aparato de radio y algunos trabajadores acudían a casa a escuchar “España Independiente”, que por cierto me daba mucha alegría escuchar a Sebastián Zapirain, que había sido comisario en el frente de Guadalajara y muy amigo… Por fín conocimos a Antonio Ruiz, un minero que trabajaba en Malpás que conectó con alguien y comenzaron a organizarse. Yo hacía de correo… Pero lo despidieron en seguida y no he vuelto a saber de él.
– Y luego, ¿Qué pasó después?
– Los hijos fueron creciendo, se independizaron. Vinimos a Barcelona, aquí el partido sí estaba organizado, que trabajo nos costó encontrarlo. Empezamos a hacer vida normal. Todo bien. Después de la legalización, las elecciones… hacemos lo que podemos. Soy responsable de Mujeres y Dionisio de Finanzas … y continuamos la lucha.
CARMEN UMBRÓN (Mundo Flash 05/03/1978)